Aún
no ha pasado ni una semana de la dimisión del melifluo juez Dívar y, lo que son
las cosas, ya ni nos acordamos; vamos, como si no hubiera ocurrido o como si
hubiera caído en el negro pozo del olvido.
En
este intervalo sólo hemos sabido que el Consejo General del Poder Judicial se
gastó en 2011 ochocientos treinta mil euros en viajes por aquí y por allá.
Entre el mismo Dívar, los veinte vocales y un secretario.
Y
también que el Ministerio del Interior va a retirar a unos quinientos de los
mil setecientos escoltas y guardaespaldas que vienen protegiendo a los jueces,
habida cuenta del menor riesgo existente.
Y
en este punto me entra cierta preocupación acerca del futuro de ese
guardaespaldas tan particular que cuidaba del juez Dívar. Si entra en el grupo
de los quinientos, ¿cómo va a llevar la falta de esos viajes, de esas cenas, de
esa dedicación? ¿Le quitarán la medalla al mérito policial con distintivo rojo?
¿Le cancelarán la asignación del diez por ciento de su paga, que por ley le
corresponde?
Imaginen
que le ponen a cuidar a otro magistrado. Tendrá que empezar por conocerle, por
soportar sus rarezas…, lo mismo no congenian. Vamos, que yo pienso que son
cosas que no se han tenido en cuenta. ¿Qué costaba que siguieran como hasta
ahora, vigilante el uno, protegido el otro?
Quizás fue por eso que el gobierno no quería que este asunto se
destapara y acabara en boca de todo el mundo: son cosas particulares de las que
no tiene por qué enterarse el pueblo llano, que normalmente no las entiende.
Ahora
bien, hay quien dice que se comprende el que fuera precisamente Zapatero quien
propuso a Dívar para el cargo.
Este
Zapatero…, ¡hay que ver la herencia que nos dejado!