Se escribe y se seguirá escribiendo sobre el décimo aniversario del alto el fuego de ETA y de la declaración, en boca de Otegui, en solicitud de perdón por los crímenes cometidos; cada uno importa, primero a la familia, después a los amigos y, finalmente, a todos; sobre si fueron ochocientos treinta y tantos, o cuantos son los que quedan sin aclarar y están impunes, es, para mí, asunto menor: no analizo los hechos cuantitativamente, lo que no quiere decir que me de igual una cifra que otra.
Han confluido estos días con el estreno de la película Maixabel, que recomiendo vivamente a los que no la hayan visto. También se ha escrito y se ha hablado mucho de esa película, cuyo trasfondo histórico siempre me llamó la atención a medida que íbamos conociendo la actividad de Maixabel Lasa tras ser nombrada por el Lehendakari Ibarretxe, Directora de la Oficina de Atención a las Victimas del Terrorismo del Gobierno Vasco, un año después de que ETA asesinara a su marido. Quiero remarcar esa decisión de Ibarretxe que hizo posible lo que ha seguido, e ignoro si eso era “el plan” al que él se refería de continuo; en cualquier caso, mis respetos.
Volviendo al inicio, el décimo aniversario del cese de la lucha armada ha sido recibido por la derechona española como si no hubiera sucedido. Es increíble que ellos sean de los que más, si no los que más, víctimas han tenido entre la clase política, pero, compréndalo ustedes, contra ETA se vivía mejor. Así que les ofrezco la lectura de una entrada que publiqué en este blog el 1 de marzo de 2014, que me parece mantiene su vigencia. Es lo que acarrea el uso político del terrorismo ajeno.
SÁBADO, 1 DE MARZO DE 2014
Contra Franco se vivía mejor
Desaparecido el dictador, a los pocos años, hubo gente, luchadores y activistas políticos, que no supieron adaptarse a la nueva situación democrática o pre-democrática. La escena política había cambiado, eran otras las reglas de juego y algunos no se encontraban a gusto. Ya no había a quién culpar, eran tiempos de construir, de dialogar; en suma, contra Franco se vivía mejor.
Hasta hace un par de años –aunque parezca que ha pasado un siglo- aspirábamos a que los de las pistolas y las bombas dejaran su locura asesina. No queríamos más muertos, más sufrimiento. Pedíamos que abandonaran su camino y emprendieran el nuestro. ¡Todas las ideas se pueden defender con la palabra, pacíficamente! ¡No más muertos! Que se presenten a las elecciones, que vayan al Congreso y que se sometan al juego democrático. Eso pedíamos. Pronto se vio, cuando entraron en ese juego, que para algunos eso ya no era suficiente. Llegó el alto el fuego y esos mismos vieron ahí una trampa Y siguen viéndola.
Yo tengo por Urkullu la misma simpatía que por Pons, Rajoy o el ministro del interior. Es decir, ninguna. Pero por Urkullu tengo respeto y me parece muy bien que haya acompañado a los mediadores a Madrid, que no les haya dejado solos en ese trance que algunos han orquestado para satisfacer a la galería. Por cierto, lo mismo que han hecho los otros con lo de las cuatro pistolas: satisfacer a su galería.
Ignoro si éste será un alto el fuego definitivo, ojalá que lo sea. Y que nadie ponga palos en las ruedas para que fracase. Pero me parece que, igual que pasó cuando lo de Franco, ahora hay algunos que tampoco se acostumbran. Que sienten que contra ETA se vivía mejor.