Continuando con los diálogos con Lucas, que empezaron con Baba de caracol, toca hoy publicar el titulado Helicicultura, que vio la luz en Euroequipos en enero de 2010
Quizás recuerdes, Lucas –fue en ese momento cuando nos conocimos- que hace ya fechas te hablaba yo, en estas mismas líneas, de los maravillosos efectos de la baba de caracol. De cómo la empresa de un conocido estaba obteniendo grandes resultados con la cría industrial de estos cefalópodos terrestres. Y te prometía volver sobre el asunto a propósito del empleo que pensaban dar a los excedentes de agua provenientes de la fase de cocido de los cornúpetas invertebrados.
Pues bien, amigo, ese momento ha llegado, aunque no es el uso del agua lo que me motiva en esta ocasión, sino una nueva aplicación que la empresa ha desarrollado del dichoso caracol. En una sesión de brain storming entre directivos de la compañía y científicos del Instituto de Ciencias Cutáneas Marqués de Cantarranas que como recordarás colaboró con aquella en la investigación sobre la baba de caracol, alguien apuntó que el veinte o veinticinco por ciento de los varones –sí, sí, Lucas, los españoles también- presentan problemas de erección. La jefa del departamento de RRHH suspiró un tanto aliviada, como si pensara, vaya, mi marido no es el único. El de Marketing dijo –de forma que aquella le oyera claramente- no, si en esta empresa habría que follar más y joder menos. La becaria de I+D+i permanecía callada, con un extraño brillo en los ojos, y su jefe, al verla, le preguntó, ¿en qué piensas, Beatriz? Se sobresaltó, pero contestó con aplomo: estaba visualizando cómo los caracoles extienden sus antenitas, cómo les crecen a una velocidad constante, después de que una se las haya tocado con el dedo. Se hizo un profundo silencio. La de RRHH se pasó la lengua por los labios lentamente; el de Marketing, la miró con desprecio…
Inútil es que te diga, amigo Lucas, que ahí empezó todo. Se firmó un nuevo convenio entre la empresa y el Instituto. Los científicos empezaron a estudiar la morfología de las antenitas. Encontraron que entre los caracoles y los humanos hay una coincidencia del noventa y seis y pico por ciento en términos de ADN. Concluyeron que una erección era también el crecimiento de las antenas. Y, lógicamente, empezaron a separar la parte de las antenas del resto del caracol. Obtuvieron unas emulsiones, una anterior y otra posterior a la cocción, y comenzaron, con distintos excipientes, la fase de ensayos. Cuando querían que la erección sobreviniera en el caso de que hubiera sexo oral, añadían distintos sabores; por lo demás, simplemente, extracto de baba de caracol mezclado con el agua proveniente de la cocción del mismo, en la creencia de que lubricaría mejor.
Y ahí vino la segunda parte del milagro. Descubrieron que la baba de caracol tenía asimismo unas propiedades maravillosas como lubricante vaginal. Se encargó un informe para determinar el porcentaje de mujeres con problemas de lubricación y descubrieron que coincidía aproximadamente con el de varones con problemas de erección. La oportunidad era única: con la misma materia prima podrían obtener resultados para ambos síndromes. ¡Esto es la cuadratura del círculo!, señaló alborozado el responsable de Marketing. El de I+D+i, amante de las citas clásicas, añadió, no, si ya lo dijo el Dr. Marañón, no hay mujeres frígidas, sino hombres inexpertos. La becaria Beatriz, que había entretanto terminado su doctorado en químicas, le miró arrobada.
Aquello suponía tales posibilidades para la empresa que quisieron quitarla de becaria y darle de alta en plantilla con un contrato fijo y un sueldo de cuatrocientos cincuenta euros al mes. Pero la de RRHH advirtió de que sería complicado y supondría un mal precedente para pedir futuras becarias si no se le completaba el período de formación establecido, y se le prometió que sí, pero que cada cosa a su tiempo y que tuviera un poco de paciencia. Es sabido que los jóvenes, hoy en día, muestran unas formas muy impulsivas. Mas no era el caso de Beatriz, mocita paciente donde las haya, que ante la promesa de su futuro contrato, se entregó en cuerpo y alma a la tarea.
Bautizaron como Erectina los ungüentos varoniles, y como Lubritina, los destinados a las hembras. Entraron en otro mercado, el de la farmacopea, mucho más rentable y con más posibilidades. Establecieron acuerdos de licencia y Know How en varios países y hoy es una empresa con unos resultados espectaculares. A Beatriz, la becaria, terminada la beca, no la hicieron el contrato indefinido prometido. El Consejero Delegado no encontró razones para ello, se trataba ahora de ordeñar a la vaca y no eran necesarios gastos superfluos. El Consejo de Administración alabó su perspicacia.
Dejo para otra ocasión, estimado amigo, para otro capítulo del desarrollo de esta ejemplar empresa, el aprovechamiento culinario de los huevos del caracol, lo que empieza a conocerse como el caviar blanco.
Hasta luego, Lucas.