Una frase se ha puesto de moda entre las estrellas del partido gobernante. Es como un mantra para los nuevos creyentes, una sentencia que debe repetirse hasta la extenuación en la esperanza de que tome carta de naturaleza en nuestros adentros para que quede allí para siempre; que se incorpore a nuestros genes, no sea que tengamos veleidades dilapidadoras y nos dé por gastar: es el nuevo credo, la nueva religión que hemos de abrazar para hacernos gente de provecho.
No se puede gastar más de lo que se tiene. No se puede gastar lo que no se tiene. ¿Lo tienen ustedes claro?
Lo lógico sería decir: Hay que ahorrar parte de lo que se tiene, porque tampoco es una buena práctica andar a la quinta pregunta. El buen padre de familia debe ser, ante todo, previsor. Debe guardar algo por si hay una necesidad perentoria súbita, para atender un gasto no previsto, por si hay una caída de los ingresos. Esto es lo lógico y lo normal. Es lo que debe hacer todo buen padre de familia.
Ahora bien, ¿las empresas también? ¿Las empresas deben crecer solamente con el producto de sus remanentes? ¿Deben financiar sus planes de expansión sólo con fondos propios? La respuesta es obvia, en economía la ecuación ahorro igual a inversión no dice, ni explícita ni implícitamente, que ese ahorro sea el propio. En eso estriba el crédito y la existencia de las instituciones de crédito: canalizar el ahorro de unos para convertirlo en la inversión de otros. Y esa inversión –si ha habido un buen plan de negocio y, felizmente, ha salido adelante- generará riqueza para los prestamistas, los prestatarios y para la sociedad en general.
¿Y qué decir de la Administración? ¿Debe sólo gastar lo que tiene? Dicho de otra manera, ¿son el superávit, o el déficit un objetivo en sí mismos? ¿O son más bien herramientas de la política fiscal? Algo tan elemental como la política seguida por la administración Obama ha hecho crecer el empleo y la economía americana. Algo tan elemental como lo hecho por el BCE con sus entregas de dinero a la banca europea ha provocado que hoy haya ya una liquidez extra –es decir, que le hayan dado a la manivela de hacer dinero- de un billón de euros para ver si esa banca resuelve sus problemas y el crédito se recupera. Eso es lo que ha hecho que la prima de riesgo española haya bajado y no precisamente por la confianza que Rajoy insufla a la economía.
¿Hasta cuándo tendremos que seguir oyendo esa estupidez de que no se puede gastar más de lo que se tiene?
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