Todo
el mundo lo sabe, los que piensan que el cambio climático es la gran amenaza
que tiene el mundo que habitamos, y los que siguen sin creer ni siquiera en el
dicho cambio climático. Incluso lo sabe el famoso primo de Rajoy, quien en
palabras de éste –vaya usted a saber si es cierto, e incluso si el tal primo
existe- dijo que como vamos a poder saber cómo será el clima dentro de unos
años si ni siquiera sabemos cómo va a hacer dentro de tres o cuatro días. Como
imaginan, me estaba refiriendo a que el próximo lunes, 30 de noviembre da
comienzo en París la Cumbre del Clima, que ha sido calificada como la última
oportunidad para lograr un consenso en tan importante cuestión, antes de que
sea demasiado tarde.
La
apelación al desarrollo de las energías renovables como alternativa principal a
los combustibles fósiles constituye una esperanza de futuro. Y es en este campo
donde España ha sido uno de los países pioneros, consiguiendo una industria
importante. Los principales productores de energía eléctrica españoles
estuvieron en el origen de la fabricación de aerogeneradores, de los cuales nuestra
geografía está bastante salpicada. En aguas del Cantábrico se hacen, desde hace
dos o tres años, pruebas para obtener energía de las olas mediante aparatos
diseñados y fabricados en nuestro país (del aprovechamiento de la fuerza motriz
de las mareas quedan vestigios del Medievo en algunos molinos harineros).
Y en
los campos termosolar y fotovoltaico una empresa española se ha situado en lo
más alto, pero ahora con su situación económica y financiera los interrogantes
sobre su futuro son más que preocupantes.
Están
en juego los empleos de sus miles de trabajadores, principalmente en España,
claro; está en juego que España pueda mantener esa posición privilegiada en esas
tecnologías; y está en juego la aportación que empresas como la mencionada
pueden hacer en la lucha contra el cambio climático, demostrando que esa
actividad es además rentable y una fuente de riqueza.
Y
para ello será decisivo el papel que el gobierno español quiera jugar. Ya hay
voces que piden la intervención, y hay voces que van hasta la nacionalización.
Pero será bueno que comentemos, siquiera someramente, ciertos asuntos, aparte
de la pésima gestión estratégica y financiera. Porque nos han hablado de nueve
mil millones de deuda financiera, de otros cinco mil de deuda con los
proveedores. Y, ¿no hay deuda con la Seguridad Social y con Hacienda? ¿No había
un informe de auditoría, o el auditor no había detectado la situación? ¿No
estaban depositadas las cuentas en el Registro? ¿No había detectado nada
cuestionable la Comisión Nacional del Mercado de Valores, dependiente del
ministerio de Economía, al permitir su cotización bursátil y al pasarla al
selecto grupo del Ibex 35?
¿No
hay responsables por ningún lado? ¿Qué ocurre con la responsabilidad de los
consejeros y del presidente? (que por cierto, si hay un ejemplo palmario de
puertas giratorias, vean la lista interminable de consejeros) ¿Por qué cobró
éste once millones y medio al pasar a la categoría de presidente de honor? ¿Los
va a devolver acaso? ¿Cómo es posible que los bancos –nacionales e
internacionales- continuaran con sus préstamos? ¿No ha habido suficiente
experiencia en épocas no tan remotas y que está en el origen de la actual
situación económica y social que todos sufrimos? ¿Cómo es posible que las
agencias de rating sigan rebajando su calificación, como si sólo fueran
notarios del descalabro? ¿Para qué diablos sirven?
Bueno…
las preguntas pueden continuar hasta la extenuación, pero ahora lo importante
es lo que haga o quiera hacer el gobierno. Que mucho me temo que dejará la
patata caliente para el que se forme en enero, sea del color que sea. Así que…
¡a esperar!