Esta
última semana de la nueva campaña ha resultado muy especial. Empezó con el
fenómeno de la polución atmosférica en Madrid, que como saben todos ustedes, es
una cosa totalmente novedosa, y la alcaldesa Carmena cayó en la imprudencia de
creer que los datos de última hora de la tarde iban a ser iguales a los de
horas después: quedó clarísimo que el rojerío no vale para gobernar una ciudad
como Madrid, y, lo que es más, que los de Podemos son los culpables de la
contaminación existente y, lo que es aún peor, no tienen ni idea de cómo
combatir ese problema que han creado. ¡Ay, cuando volverá la Espe!
En
esas andábamos cuando el viernes nos golpeó el terrorismo yihadista con sus
acciones criminales en Paris. El ruido del separatismo catalán apenas nos había
permitido conocer que el gobierno portugués (amigo de Rajoy) está en un grave
aprieto que lo dejará en la oposición, o que Bruselas está tratando de retrasar
al máximo posible la entrega del último tramo del rescate griego para no tener
que entrar en la negociación con ese país de alguna rebaja de su deuda (todo
esto para no perjudicar la triunfal campaña electoral del PP). La incalificable
acción yihadista, aparte del rosario de víctimas inocentes, ha tenido el lógico
efecto de acaparar todos los telediarios y de despertar los viejos demonios.
Se
empezó a hablar de guerra y de ser implacables en la respuesta. Y anoche, la
aviación francesa destruyó un campo de entrenamiento, un arsenal militar y un
puesto de mando, en la ciudad base del estado islámico. ¡Bien!, hemos dicho
todos, pero también todos nos hemos preguntado, ¿Ya conocían la localización de
esos objetivos? ¿Por qué no los habían bombardeado antes? ¿Ha habido víctimas
civiles? ¿Es más que una mera acción de propaganda?
En
nuestro país, Rajoy activó el pacto antiterrorista, y Sánchez dijo que no nos
doblegarán, Rajoy que España está amenazada, en fin, que de la campaña nada de
nada, como no sea la impresión que empezamos a tener de que es mejor que nos
dejemos de cambios y otras historias, que los que saben de estas cosas son el
jefe de gobierno Valls en Francia y el ministro del interior español (qué dos
personajes tan parecidos, ¿verdad? Hasta comparten el lugar de nacimiento).
Sabemos a quién beneficia el terror en términos políticos y Europa está ahora
anonadada por el golpe sufrido. Así que los refugiados sirios que esperan ser
acogidos, bien, gracias.
Y
para remate final, los sindicatos de la guardia civil sacaron el sábado a la
calle en Madrid a unos diez mil manifestantes reclamando sus derechos. ¡Hasta
qué extremos estamos llegando!
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