Consecuentemente con el título, hablaremos hoy de la Vuelta a España, analizaremos su financiación – por encima, por supuesto- y terminaremos con el Mar Menor. Esta carrera ciclista a pesar de que no tiene el tirón del Giro de Italia, y menos del Tour de Francia, tiene la suficiente categoría como para que sea seguida por millones de televidentes, radioescuchas y lectores de periódicos, deportivos y de información general. Nunca olvidaré cuando pasaba por delante de mi casa, bajando el puerto de Alisas para terminar la etapa en Santander. Esa tarde se vivía como el acontecimiento que era: venían coches y motos lanzando al viento panfletos publicitarios que los niños recogíamos como si valieran un potosí, junto con globos hinchables, viseras y toda suerte de objetos que se referían a algunas de las marcas que patrocinaban a los equipos ciclistas; al rato, unas motos de la guardia civil nos anunciaban que los ciclistas estaban ya al caer; y de repente, asomaban por la curva y pasaban como una exhalación, a veces como con cuentagotas y otras en pelotón; luego, otra vez las motos y lo que llamábamos el camión escoba, porque supuestamente llevaba a algún corredor retirado ese día, e inmediatamente volvía el bombardeo publicitario. Todo esto, más o menos, se repetía durante el Circuito Montañés y las carreras de menor relieve que se celebraban por las fiestas patronales.
Bien, así tenemos señaladas las fuentes tradicionales que contribuían a la financiación de las carreras ciclistas. Los días anteriores y los siguientes las seguíamos por la radio, que algo aportaría. Lo importante vino después, con la televisión, pero ya teníamos lo mollar. Recuerdo también la primera carrera que vi por televisión en color, creo que fue en Bélgica. Esta nueva televisión añadió su riqueza cromática y supongo que fue entonces cuando se acuñó el término serpiente multicolor. Sea como fuere, lo cierto es que a las contribuciones de distintas marcas se sumó la tasa que las poblaciones de inicio y final de etapa, o las diputaciones y/o las comunidades autónomas, empezaron a pagar a la organización de la Vuelta dado el espectáculo que se originaba y la puesta en la pantalla de millones de hogares de dichas poblaciones, señuelo que generaba un afán de visitarlas. Si ven ustedes la retransmisión de una etapa del Tour comprenderán lo que digo: a la par que la carrera, vemos el hermoso paisaje, un castillo, una abadía etc, y de todo se nos pone un subtítulo que nos indica el nombre del paraje en su conjunto: la publicidad nos vende país, nos vende comarca, así que el ingreso publicitario ha de ser consecuente.
Pues bien, este año una etapa de la Vuelta a España ha terminado en el Mar Menor. Hace unos meses pudimos contemplar las toneladas de peces muertos flotando en aquellas aguas. Es sabido que el Mar Menor es un importante resorte turístico, con miles de camas en apartamentos y hoteles, para que los turistas puedan gozar del clima mediterráneo – no solo en verano-. Entretanto ese Mar Menor está amenazado de muerte por la contaminación de sus aguas, en las que se vienen vertiendo desde hace muchos años miles de metros cúbicos de litros de aguas contaminadas por los nutrientes agrícolas que los agricultores de las tierras ribereñas emplean para sus cosechas.
Así que repasemos el círculo – vicioso, como siempre-: Tenemos a la televisión pública haciendo la retransmisión con todos los medios posibles, helicópteros incluidos, de forma totalmente gratuita, las ciudades pagando a la organización para ser elegidas, y la única que se beneficia es la Vuelta a España, que es una empresa privada. Unipublic, la sociedad anónima propietaria de la marca y que se dedica a organizar otros eventos, es la que se lleva la pasta, hasta el punto de que actualmente su propietario absoluto es la empresa francesa que hace lo mismo en el Tour. Sus ingresos por la carrera española se estiman en unos cinco millones de euros, y se sabe que solo paga a las fuerzas de seguridad (unos 700,000 euros). El ente que paga aspira a beneficiarse de la notoriedad televisiva. ¿Cual será la motivación de la Comunidad Autónoma de Murcia con esta etapa del Mar Menor? ¿Servirá el retorno a la inversión, medido en términos de turismo y hostelería, para taponar la brecha que supone el desprestigio del propio Mar Menor? ¿Empleará ese beneficio transformado en impuestos, que no cobra pues es pecado, para tratar las aguas envenenadas? ¿Se lo entregará a los agricultores ribereños para que eviten verter más detritus al Mar Menor?
El agua demuestra no ser buena para los peces, pero ¿será buena este agua para las personas? ¿Qué proyectos tendrá el gobierno de la región murciana y cuales la Ministra de Transición Ecológica para paliar el problema que tenemos en Murcia?