Uno de los periódicos españoles de mayor tirada, perteneciente a una editorial con cabeceras en las principales capitales españolas, publicó en este mismo mes de enero la noticia de la muerte por atropello, cuando intentaba cruzar el andén contrario, de un joven de 22 años de edad, marroquí, que lo que buscaba era la oportunidad de una mejor vida, y no morir en una estación de tren cualquiera a más de mil kilómetros de su domicilio; una muerte que no es novedad, que se repite lamentablemente con frecuencia.
Según se supo en redes sociales este joven era uno de los que recibían ayudas en cenas solidarias que algunos ciudadanos organizaban en un barrio marginal. Ese tipo de cenas es visto por mucha gente como actos que generan o pueden generar inseguridad y violencia en el barrio. Esta gente, demostró esta inseguridad y esta violencia acudiendo al lugar de las cenas con la noble intención de protestar y tratar de boicotear las mismas; los que llevaban las cenas no estaban muy de acuerdo y hubo algún conato de enfrentamiento, amén de palabras mayores. Entre los atacantes había un concejal del Partido más Popular que denunció el asunto al Excelentísimo Ayuntamiento de la ciudad, al que le faltó tiempo para prohibirlas, como era de esperar.
Entre el barullo de las cenas y la muerte del joven pasaron unas cuantas semanas y su desenlace para el muchacho ha resultado lamentable. Es de imaginar que los que cuidan la seguridad ciudadana estarán ahora mucho más tranquilos.
Y el concejal y sus colegas de ideología habrán dicho “otro p´alante”.
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