Contrariamente a las lápidas individuales, son miles las
que después de la guerra iniciada por los partidos de derechas, más el ejército,
el clero, el capital y la ayuda militar ítalo-alemana, guerra que tuvo lugar entre
1936 y 1939, fueron los ganadores quienes quisieron dejar constancia de ciertos hechos y otros
detalles, cosa que explica la existencia, como se reseña al principio, de miles
de esas lápidas en el interior y el exterior de las iglesias; lápidas en las
que aparece el nombre sagrado de José Antonio Primo de Rivera, fundador
del partido llamado Falange Española tradicionalista y de las JONS (Juntas
de ofensiva nacional y sindicalista), partido de extrema derecha que quiso
seguir las huellas de Mussolini, que, a su vez, siguió las de Adolfo Hitler.
Aparte de todo eso, aparece el lema Caídos por Dios y
por la Patria, y la promesa pétrea de mantener presentes a esos caídos. Todo
ello en la bandera junto al Yugo y las Flechas. Los muertos son
exclusivamente los propios, claro está.
Seguramente nada de lo mencionado pudo nunca ser patrimonio
de los combatientes del bando contrario, que seguramente no eran merecedores de
honra alguna. Ya saben, republicanos, socialistas, comunistas y toda la
variedad de rojos que defendieron la República legalmente constituida, que no
contó con la ayuda de ninguno de los países democráticos, léase, Francia e
Inglaterra, principalmente. Pero curiosamente, ciudadanos de esos países y de
Estados Unidos y otros más, formaron las Brigadas Internacionales, para ayudar
al bando republicano. Igual que sus compañeros españoles lucharon y los que
cayeron fueron ejecutados y arrojados a pozos y cunetas, como si no fueran
personas. Es probable que Dios - o sus representantes en la tierra - no les
tuvieran en consideración, lo cual ha permanecido hasta estos tiempos nuestros,
en los que aún afloran los huesos de muchos de aquellos infelices y nunca se
sabrá el destino de los demás.
Hemos mencionado al principio la duración de la guerra,
pero no está de más recordar que durante decenios se mantuvo la represión de la
dictadura franquista sobre aquella parte de la población española que perdió la
misma. No fue hasta el año 2007 que se promulgó la Ley de Memoria Histórica, y
en 2022, la Ley de Memoria Democrática. La lápida que inicia este relato está cosida
a una pared en el interior de una iglesia (no diremos dónde) y me inclino a
pensar que antes estuvo a la intemperie y fue esa ley de Memoria Democrática de
2022 la que consiguió sacarla de la calle y, supongo yo, ponerla a buen recaudo
en la iglesia; así se cumple la Ley, dado que la iglesia no es espacio público
propiamente dicho.
¿Qué dirá ese Dios Misericordioso sobre este punto?