lunes, 4 de julio de 2016

De color bien, pero no flota



Este artículo se ha publicado en la revista OP Machinery, en su nº de junio-julio de 2016.




Hay un asunto que suele pasar desapercibido para la prensa española, que no quiero dejar para más adelante. Se trata de una operación de sustitución de los submarinos de la serie S-80 que la Armada encargó al astillero público Navantia. Resulta engorroso fijar la fecha exacta de ese encargo, dada la complejidad técnica del mismo. Esta nueva serie vendría a sustituir a los cuatro sumergibles que operaban para nuestra Armada, y, se decía, suponía un enorme paso tecnológico que abriría nuevas oportunidades para el suministro de este tipo de naves a las armadas de otros países como India, Australia o Noruega.
En principio el pedido alcanzaba los 2.200M€, a 550 millones por unidad. Pero la mala fortuna quiso que el primero de esas unidades, el S-81 Isaac Peral, presentara un exceso de peso de entre 70 y 100 toneladas. Es decir, de color, bien, pero no flota, como dijo el gran Gila. Ante este “imprevisto” parece que la solución pasa por alargar el tubo para garantizar la flotabilidad y la capacidad de emerger, que en un submarino no es un asunto menor. Claro que a un coste de unos siete millones de euros por cada metro de más que se añada. Todo esto supone un retraso de uno o dos años  en la entrega, y la necesidad de llevar a cabo una gran carena –gran reparación, para entendernos- a uno de los submarinos en servicio, lo cual supondrá un gasto adicional de unos 30 millones de euros; más que nada por si entretanto a los portugueses se les ocurre atacarnos y nos pillan sin submarinos.
Navantia ha explicado que en una revisión técnica se detectaron “algunas desviaciones relacionadas con el balance de pesos del submarino”. La compañía ha restado importancia al error de construcción apelando a la innovación tecnológica del proyecto. Asegura que los retrasos “son comunes en estos proyectos en todo el mundo y entran dentro de la normalidad”, ya que los S-80 son unos “submarinos de la siguiente generación” que se enfrenta a “soluciones tecnológicas inéditas”. “Se trata de un diseño nacional que supone un gran reto tecnológico para dotarnos de independencia industrial en un sector estratégico y, al mismo tiempo, colocarnos en una situación competitiva en el mercado de exportación…Lo importante no son los problemas que puedan aparecer sino la capacidad de la empresa para resolverlos movilizando los recursos necesarios”. En lenguaje que todos podamos entender: la hemos cagado.
Pero los verdaderos problemas tecnológicos no se plantean en la parte, digamos, visible, de los sumergibles. Estos artefactos están pensados para eso, para sumergirse, es bajo el agua donde pueden pasar inadvertidos, a salvo de las cargas de profundidad que les puedan arrojar desde arriba. Y si pueden moverse por las profundidades o quedarse a la deriva sin hacer mucho ruido, mejor que mejor. Recuerden las películas que hemos visto: ante la amenaza de arriba, el submarino se mueve con sigilo para evitar ser localizado, el silencio es absoluto y sólo escuchamos esos sonidos burbujeantes…plop, plop, plop…; conseguido el objetivo, el submarino vuelve a encender los generadores diésel y escapa a toda máquina. ¿Cómo se ha movido en esos minutos que parecían horas? Con el AIP (Propulsión independiente de aire), sistema clásico en el mundo submarino. Mas, ¡ay!, aquí también tenemos ciertos problemillas. Hemos querido desarrollar una tecnología novedosa, la obtención del hidrógeno necesario a partir de un procesador de bioetanol, que es fácilmente almacenable en el casco y sin riesgo de explosión. El hidrógeno carga las pilas de combustible y recarga las baterías que consiguen que todo funcione en el buque en inmersión, durante más tiempo, desconectando los generadores diésel, y todo ello, en mejores condiciones sonoras.
¿Y quién dispone de esa tecnología? Abengoa, sí señores, que domina el tema del bioetanol –tiene ya una planta en Sevilla- y que invierte en otra empresa holandesa para lo de las células de hidrógeno. Pero, por si acaso, el Ministerio de Defensa, contrató con Técnicas Reunidas un estudio de viabilidad sobre estas arduas cuestiones.
¿Cuánto van a costar finalmente los cuatro sumergibles? ¿Flotarán? ¿Emergerán? ¿Seguiremos viviendo por encima de nuestras posibilidades?




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