Este artículo, escrito el 2 de noviembre, ha sido publicado en la revista OP Machinery en su número de noviembre-diciembre corrientes.
Una
de héroes
Mientras
esto escribo, varios consejeros del extinto gobierno catalán están empezando a
declarar ante la justicia; los restantes, con su presidente a la cabeza, se
mantienen en Bruselas, fuera del alcance de esa misma justicia española. Para
cuando ustedes lean estas líneas, como pronto dentro de un mes, han podido
pasar muchas cosas, pero sean las que sean, no afectarán a este comentario.
No
soy jurista ni independentista; ni siquiera un poco nacionalista, sino que más
bien estoy radicalmente en contra de esas tendencias políticas, como lo estoy
del trágala unionista en que se apoya este estado que nos alberga, llamado
España.
Dicho
esto, entenderán ustedes que la inmersión histórica que les propongo, no tiene
otro empeño que tratar de rebatir, con un poco de humor, esos comentarios que
se han extendido sobre la “vergonzosa y cobarde” huída de Puigdemont y sus
adláteres; veamos:
Durante
el proceso de conquista peninsular por parte de Roma, un “patriota”, llamado
Viriato se alzó en armas contra “la autoridad competente”, en vez de
presentarse, dialogar y llegar a un acuerdo. Empezó una guerra de guerrillas
contra las legiones romanas, hasta que fue traicionado por lugartenientes
suyos, a los que Roma había prometido grandes riquezas si lo mataban. Luego
recibieron aquel “Roma no paga traidores”. El episodio de Viriato duró más de
diez años, en los que, ante una inferioridad manifiesta, hubo de recurrir a
todas las argucias habidas y por haber. Modernamente, tanto la dictadura de
Salazar en Portugal, como otra que hubo en nuestro país tiempo después de
aquella, ensalzaron la figura del guerrero, al que tanto identificaron
portugués como español.
En
la vecina Francia, en el siglo XV, dentro de la guerra de los Cien Años, un
episodio que enfrentó a ingleses y franceses por una cuestión dinástica, una
humilde niña tuvo hilo directo con el altísimo. Llevó el estandarte de su
facción en varias batallas que se ganaron y consiguió merecida fama. Cambiaron
las tornas y fue sometida a juicio; ante las presiones y las amenazas de ser
quemada viva en la hoguera, hubo de declarar que lo de las voces había sido
cosa de su caletre, pero al poco, al verse segura, se retractó. Al final, murió
en la hoguera, por hereje. En 1909, a instancias de Francia fue elevada a la
santidad y declarada Santa Patrona de Francia hasta el día de hoy.
Podríamos mencionar miles de casos, muchos de
ellos más clarificadores que estos dos que yo he escogido; seguro que cada uno
de ustedes los tendrá mejores. La historia es pródiga en ellos. Pensemos
cuantas veces, la facción triunfante ha arrasado y convertido en cenizas el castillo
del que perdió la contienda. Hoy Castilla celebra el gesto de los Comuneros,
que fueron ejecutados por traidores, por poner otro ejemplo; nuestra última –esperemos
que sea eso, la última- guerra civil puede darnos miles de casos. Por
consiguiente, ¿qué tiene de particular que el gobierno de Puigdemont utilice
todos los vericuetos habidos y por haber para hacer durar esta situación,
tratar de conseguir apoyos que ahora no tiene y enfrentar la situación penal
que se cierne sobre ellos? ¿Es que han de ser mártires, como la doncella de
Orleans?
¿Qué
corolario podríamos extraer de estos dos ejemplos históricos, y del caso
político que nos ocupa hoy? Aún a fuerza de parecer exagerado, he de decirles
que yo veo ciertas concomitancias entre los tres. Viriato se alzó contra el
poder de Roma, la potencia dominante, desde un pueblo tribal escasamente
organizado. Pagó con su vida pero no se lo puso fácil a los romanos. La doncella
de Orleans contaba con ayudas místicas, y desde sus visiones alcanzó sus
triunfos. El independentismo catalán está haciendo aflorar lo peor del gobierno
español y el cerrilismo de una parte de la sociedad española, y nada está
escrito. ¿Qué no hay un denominador común entre los tres casos? Ya, pero la
figura de uno de ellos se la rifan las naciones española y portuguesa
veintitrés siglos después, y en el otro caso, aquella jovencita sigue en los
altares, y viene a ser algo así como la patrona del ejército francés.
¿Dónde
acabará el nacionalismo catalán?
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