sábado, 20 de abril de 2019

Ante las próximas elecciones







En España llevamos cerca de un mes de campaña electoral, y aún nos queda una semana más. Estamos ya hartos de insultos y descalificaciones que la mayoría de los candidatos dedican a sus adversarios políticos, la mayor parte de ellos sin sentido ni fundamento, pero no conocemos bien lo que cada partido propone como programa de gobierno si a gobernar llegara.
Hay partidos que abogan por la bajada de impuestos para todos los contribuyentes, empresas o ciudadanos, pero no nos dicen cómo la Administración va a poder sufragar entonces, no ya sus gastos de funcionamiento, sino los programas sociales en los que se fundamenta el bienestar de la población. Algunos nos dicen que, sin la distorsión que los impuestos producen en el juego económico, la economía con la vela hinchada de esa libertad va a crear empleo suficiente para todos, lo que permitirá a los ciudadanos pagarse todo lo que precisen. Esto, que es el sueño del neoliberalismo, (que vivamos de las migajas que dejen los ricos en su derroche) es algo que no tiene constatación histórica, y otros dicen que sirven, en realidad, los intereses personales que están tras los ciudadanos con grandes fortunas y las grandes empresas. Continúan diciendo que los impuestos en España son ya lo suficientemente altos si los comparamos con los que se pagan en Europa, por lo que pretender subirlos para poder pagar demandas sociales es ya una locura.
Pero según declaraciones de Carlos Cruzado, presidente de Gestha, la asociación que agrupa a los Técnicos Superiores del Ministerio de Hacienda, citando datos de Eurostat, el organismo que produce las estadísticas de la Unión Europea, España recauda 6 puntos menos de PIB que la media europea, lo que supone un déficit recaudatorio de unos 70.000 millones de euros para nuestro país, y que nuestro gasto es “solo” 5 puntos menos de PIB que la misma media europea. Estas cifras están al margen de la evasión fiscal que sufre nuestro sistema impositivo, que las mismas fuentes cifran en el entorno de otros 60.000 millones anuales, entre lo que los españoles evadimos en impuestos directos e indirectos, en comparación también con la evasión fiscal, digamos media, que se padece en Europa.
Estos datos no han sido contestados en modo alguno, si acaso se recurre a la eterna cantinela que mencionábamos más arriba sobre el carácter distorsionador de la política fiscal. La verdad es que si en España lográramos reducir la trampa fiscal a la mitad, dispondríamos, por ejemplo, para pagar el doble del actual servicio de la deuda, es decir, el doble de los intereses que anualmente pagamos para financiar nuestro déficit fiscal.
Esto son datos, como decimos, no opiniones. Si pagáramos los impuestos que, de media, pagan los países con los que nos comparamos, esos a los que ganamos en fútbol, para entendernos, podríamos gastar más en educación, en sanidad, en pensiones, en dependencia, en investigación, podríamos encarar con ventaja los retos del cambio climático, el problema de las provincias despobladas, el envejecimiento de la población, en fin, todo lo que constituye el estado de bienestar y los retos a los que se enfrenta nuestro país. Y sin que nuestras empresas estuvieran en desventaja con sus competidores europeos y de otros países, pues éstas pagan lo que no pagan las nuestras.
Por otro lado, las grandes empresas españolas tienen del orden de 100.000 millones de euros en créditos fiscales. Para entender qué es eso podemos recurrir al siguiente símil. Sabemos que hubo miles de personas que perdieron la vivienda que compraron al no poder pagar la hipoteca que pesaba sobre la misma. Perdieron el piso irremediablemente y fueron expulsados de su hogar. La crisis afectó también a las empresas, y muchas hubieron de cerrar: perdieron su vivienda, podríamos decir. Pero otras, entre ellas las del Ibex 35, pudieron convertir esas pérdidas en créditos fiscales que descontarán de futuros beneficios; por eso se dice que muchas empresas no pagan nada -pagan en realidad, el 7%. Las empresas tuvieron una oportunidad para salvarse, en tanto los ciudadanos se vieron abocados a la ruina.
En la actual campaña electoral, la derecha una y trina (como la Santísima Trinidad) ha optado por una política opuesta al anunciar en caso de victoria una rebaja de impuestos, lo que llevaría a un desmantelamiento de nuestro estado de bienestar.
Datos y no opiniones, insisto. No nos dejemos engañar.
Por otro lado, es obvio que invertir en técnicos fiscales no solo se paga solo, sino que es muy rentable. Y no olvidemos que España tiene, en relación a su población un número de inspectores, notablemente más bajo que el de los países con los que nos gusta compararnos, en muchos casos estamos a la mitad de inspectores por cada 100.000 habitantes en relación a países como Alemania, Inglaterra o Francia.
En resumen, esos países socios y vecinos nuestros pagan más impuestos que nosotros, con unos tipos impositivos más progresivos, puesto que paga más el que más tiene; sus empresas pagan también más. Por el contrario, son sociedades más igualitarias, no existe el bache de desigualdad que tenemos en España, ni la tasa de pobreza que nosotros padecemos.
Mientras, aquí, como hemos señalado más arriba, los partidos que han ganado en Andalucía, lo primero que han hecho ha sido eliminar de un plumazo el impuesto al patrimonio y el de sucesiones. Y ello, hablando de igualdad y de justicia social. ¿Quién es el que hereda, el jornalero andaluz o el dueño del cortijo? ¿A quién beneficia entonces esa política?
Quedan como hemos dicho al inicio, unos días para el cierre de la campaña y para depositar el voto en la urna.
No nos dejemos engañar.



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