CUBA
La primera y única vez que he estado en Cuba, acompañado de mi mujer y por motivos profesionales, fue en el año 1990. Y créanme que esos quince días dejaron huella, aunque, entre una cosa y otra, nunca hemos vuelto a viajar a la Perla del Caribe. Pronto aprendimos que a Cuba no es preciso llevar pareja ni tabaco: no había día en que al teléfono de la habitación no se ofreciera compañía del sexo opuesto al del que descolgara el aparato; y yo, que entonces era fumador, pude apreciar los habanos recién hechos por las manos de una cigarrera negra. Nos habituamos al chupito de ron a palo seco antes de cenar, y por supuesto probamos los mojitos y los daiquiris de la Bodeguita del Medio. Conseguimos ver bailar a Alicia Alonso, gracias a unas entradas que nos regaló un bailarín en la calle mientras hacíamos cola ante la taquilla del Gran Teatro de La Habana. También escuchamos en Tropicana a Omara Portuondo. Y en una recepción a la que fuimos invitados en el Palacio de la Revolución degustamos un fantástico ron mientras Fidel Castro deambulaba y dirigía unas pocas palabras a los distintos grupos de invitados. Volamos a Cayo Largo en un viejo carguero al que habían colocado asientos y la mitad del pasaje se mareó durante el vuelo; vimos las iguanas y nos bañamos en sus limpias aguas. En el taxi que nos llevó a Marina Hemingway, mi mujer se dejó el bolso al volver al hotel. Un par de horas después estaba de vuelta, intacto, en la recepción. El taxista, un negro, se llamaba Blanco.
La vida de los cubanos era otra cosa, obviamente. Cuba estaba atravesando uno de los que llamaban periodo especial y el racionamiento estaba generalizado, excepto para los extranjeros, que podíamos comprar de todo en las tiendas Diplomatic. Por lo demás, la escasez era total y en una empresa que visité, Empresa de Maquinado República Socialista de Vietnam, el aire acondicionado estaba reservado a una sala cuyas máquinas lo precisaban.
Cuba ya no contaba con la ayuda soviética, después tuvo, y también perdió, la ayuda venezolana, y ahora ha perdido el turismo y las remesas de los cubanos de Miami. Lo único que nunca ha perdido, lo único constante desde 1959 es el embargo americano. Los cubanos han sido capaces de poner en marcha aquellos viejos coches y arreglar cualquier cosa que se precie, pues la necesidad ha sido siempre apremiante. Pero entretanto, han escolarizado a toda la población, han generalizado la enseñanza universitaria hasta suplir su falta de exportaciones con el envío de miles y miles de médicos a otros países, han producido medicamentos a bajo coste, para ellos y para esos otros países en condiciones semejantes, y han sido capaces de desarrollar al menos dos o tres vacunas diferentes contra la Covid19 que están inoculando a la población cuando disponen de jeringuillas. Por su parte, el presidente Biden, que ha dado claras y positivas señales de que la política yanqui está cambiando, no ha hecho nada por suavizar el embargo a la isla, sino todo lo contrario.
Así toda esa escasez y esos logros se juntan con la falta de libertad de un país de partido único. Y para algunos, pocos, se traduce en orgullo patrio, y para los demás, la mayoría, en hastío y desesperación, pues las necesidades son grandes y no se ve el final. Y luego hay otros, dentro y sobre todo fuera de la isla, que persiguen con denuedo que la caldera acumule más y más presión hasta que termine explotando. Entonces se producirá un parto de los montes que parirán multimillonarios como los que hemos visto en Rusia y otros países, que podrán comprar equipos de fútbol o yates de 300 metros de eslora. Y entonces Cuba volverá a ser lo que fue hasta el año 1959, el burdel del Caribe. Y miles de inversores acudirán al reparto, porque tajada habrá para todos. En esto suele consistir el último acto de la lucha por la libertad, o la lucha contra la dictadura, si se prefiere.
Y entonces veremos si los pobres cubanos pobres, que serán muchos más que ahora y con más necesidades, verán, o no, satisfechas las mismas. Ese es el mundo libre que el neoliberalismo nos tiene reservado.
Y a esa Cuba me temo que no me apetecerá volver.
Nota: Escrito ya este texto se ha producido la declaración del denominado Grupo de Puebla, formado por ex presidentes de países latinoamericanos, como Lula da Silva, José Mugica o Rodríguez Zapatero, entre otros, amén de políticos socialistas de la región, en la que exhortan a USA para que cese en el embargo a Cuba por inhumano, ilegal y anti democrático y ser contrario a los mandatos de Naciones Unidas. Los gringos, como el que oye llover, esperan que caiga la fruta madura. Para ellos ha de ser difícil aceptar esa especie de aldea gala irreductible a tan escasa distancia de la capital imperial.
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