No
tengo noticias de cómo se han desarrollado estos días de capitalidad cultural en Wroclaw.
Pero aquí en San Sebastián –Donostia, si prefieren-, ha sucedido algo que no me
resisto a contarles.
Ustedes
saben que el acto inicial de las fiestas es la izada de la bandera de la ciudad
en la plaza de la Constitución (la Consti, para los donostiarras), momento en
el que empieza el redoble de los tambores. Pues bien, ayer me llegó la noticia
de que en ese acto, cuando después se procedió a izar la bandera de Europa y se
escuchaba el Himno de la Alegría –ya saben, ese fragmento del final de la Novena
Sinfonía de Beethoven convertido en himno europeo-, una
parte de los asistentes prorrumpió en
una sonora pitada. El asunto se mantuvo silenciado durante toda la jornada, por
lo que a las 12 de la noche de ayer, cuando se procede a la arriada de la
bandera en un acto mimético al de la víspera, me apresté a escucharlo por la
radio, que uno no es hombre de actos multitudinarios. Y he aquí, que la pitada
volvió a repetirse. Las locutoras que retransmitían el acto en Radio San
Sebastián, de la Cadena Ser, coincidieron en la falta de urbanidad y civismo de
los autores.
¿Significa
esto que los donostiarras no son amantes de la música, o de Beethoven en particular?
¿Significa que tienen algo contra Europa, a pesar de celebrar su capitalidad
cultural? Más bien pienso que la gente está ya tan harta de ciertas cosas que
aprovecha la oportunidad que tiene a mano para manifestar su posición.
Porque, ¿hemos de sentirnos identificados con un gobierno europeo que es
directamente responsable de la situación crítica que vivimos, de la subsecuente
política de recortes que han orquestado como si no hubiera otra solución,
haciéndolos caer, exclusivamente, sobre los hombros de los más débiles? Parece
claro que la gente está ya más que harta de esta situación. Y, en consecuencia,
a la más mínima oportunidad, lo hace constar.
Como
las locutoras de la cadena Ser, seguramente habrá habido otras personas que
hayan pensado que las protestas hay que guardarlas para la ocasión propicia,
que no hay que confundir y mezclar unos asuntos con otros y que cada cosa en su
sitio. Yo no estoy de acuerdo con este proceder; antes bien, pienso que se debe aprovechar cada
momento para la protesta. Sólo faltaría que pensaran que estamos de acuerdo.
¡Pues no señor!
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