Ya
han pasado las fechas de la semana santa, las fechas y los fastos, y en Sevilla
celebran ya su feria de abril; procesión y pandereta.
Yo confieso
ante ustedes que me encuentro todavía emocionado y sobrecogido por el
espectáculo de la procesión que convocó, creo que era en Málaga, a unos
legionarios, un cristo crucificado, y una amplia representación del gobierno
español.
En Francia,
país católico, aunque laicista por excelencia, tienen la Legión Extranjera, un
cuerpo de combate cuyo nombre explica lo que es, y que se ha comportado en el frente
con ardor y valentía, como se les supone. En España, país más católico, o más
integrista, hubo un general tuerto, cojo y manco, más de derechas que militar,
que pensó que España no iba a ser menos que Francia y tuvo la brillante idea de
crear la legión española. Un general que, en una disputa famosa con Unamuno en
la Universidad de Salamanca, valoró más la muerte que la inteligencia: tal era
el espíritu que se buscaba en la famosa legión de extranjeros que creó.
Aquellos que acudían a sus filas, no importando su pasado, gozaban de una
amnistía por los delitos que hubieran cometido; “todo el mundo será lo que
quiera, nada importa su vida anterior” reza parte de una canción legionaria.
Ahora,
entre la famosa cabra, el paquete que lucen en la bragueta sus aguerridos
soldados y el cuello bien estirado mirando al cielo, distintivos todos del legionario, esa representación del gobierno que
decíamos más arriba, se mostraba orgullosa al paso de la procesión cantando “el
novio de la muerte” que es su himno. Y, entre ellos, el mismísimo ministro de
cultura. ¿Será que, como Millán Astray y en contra de Unamuno, valora más la
muerte que la inteligencia? ¿Será esa la cultura que, como ministro, defiende? “Venceréis,
pero no convenceréis” le respondió Miguel de Unamuno en la discusión que hemos
citado.
Lo
dicho, somos un país de procesión y pandereta.
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