Qui prodest es la primera parte de una locución latina que popularizó Cicerón y que significa “quién se beneficia?” señalándonos el camino a la respuesta “el que se aprovecha de ello”. En Francia se usa otra expresión cherchez la femme que quiere decir “busca la mujer” y se le dice a alguien que se cuestiona por el comportamiento específico de un hombre. En ambos casos no debemos tomarlos al pie de la letra, porque siempre puede haber otros móviles, pero tampoco hay que huir de su lógica. Y resultan muy útiles. La policía y los detectives lo saben muy bien.
El repugnante episodio de las balas de máuser enviadas por correo a la directora general de la Guardia Civil, al ministro del interior y al candidato de un partido de izquierdas, ha conseguido eliminar del debate electoral lo que debiera ser su substancia; rememorando a un alcalde que tuvo Córdoba, el programa. Que por cierto, aquél alcalde consiguió liderar el ayuntamiento de Córdoba con un gobierno en el que tuvieron cabida los concejales del PCE, del Psoe, de UCD y de lo que luego sería el partido andalucista; tan lejos como en 1979 se logró ese gobierno de coalición y España sobrevivió a tamaña fechoría. Parece mentira lo poco que hemos avanzado. Pero volvamos a los debates de los programas, que deben ser la clave de arco de toda campaña electoral, y no las gracietas de algunos de los contendientes. Sin auténticos debates todos los partidos se parecen y el electorado no puede comparar unas propuestas con otras. La izquierda y, específicamente, lo que queda de la socialdemocracia, ni necesita ni se beneficia de semejantes personajes; antes bien, debe saber propagar y tratar de aplicar, cuando gobierne, lo que le es propio, empezando por la extensión de la democracia, que bastante amenazada está.
Cuando los trabajadores y las clases menos favorecidas votan a la derecha, los partidos de izquierda no tienen que preguntarse la razón; bastará con que hagan un recuento de las políticas que defienden. Y si el partido mayoritario de esa izquierda dijo hace diez años que bajar los impuestos es socialista – solo porque eran años de crecimiento y superávit en las cuentas públicas, y se prefirió congelar los impuestos antes que acometer reformas de calado que hoy nos hubieran venido muy bien-, y si el actual candidato del mismo partido para Madrid dice que si gana no subirá los impuestos – ¿cómo pensará mejorar los servicios públicos?- el mensaje es claro e idéntico al de los partidos de derechas. Entonces los destinatarios de esos mensajes llegarán a la conclusión de que todos son iguales y de que es lo mismo votar a unos que a otros, con lo que habrá una parte que renunciará a votar ante tamaño desencanto, y otra parte, menos ideologizada, votará a la derecha; al fin y al cabo a la derecha la apoyan los medios, por algo será. Así que ya tenemos claro a qué partidos beneficia la desaparición de los debates serios sobre programas; si además resulta que las urnas han sido convocadas en un día laboral vemos que se busca dificultar la asistencia de los que trabajan a las urnas.
Pero, en fin, esos debates ya no serán posibles, de modo que volvamos al latinajo en cuestión: a quién o quiénes beneficia ese hurto de lo principal? Cada uno debe responderse a esta pregunta y votar en consecuencia. Y si se hace masivamente, cruzar los dedos para que ningún otro tamayazo se produzca y volvamos a las andadas. Con una Esperanza ya hemos tenido suficiente: recuerden su última hazaña, vendiendo por su cuenta un Goya que tenía escondido, engañando a su cuñado, y a la cultura española y al país entero.
¿Esa gente es la que nos va a salvar?
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