Volvemos sobre esa idea de poner una tasa al uso de las autovías y también a las carreteras nacionales como medida apropiada para financiar su mantenimiento. La primera referencia de que dispongo data del 22 de febrero de este año, y es una declaración del presidente de Seopan, la patronal de grandes empresas constructoras y concesionarias de estas infraestructuras, en la que aboga por la creación de dicha tasa. La reacción a esta noticia ha sido la protesta: Bastante pagamos ya, el coche es como el pan, un artículo de primera necesidad en muchos casos, una subida para las clases medias y bajas es muy perjudicial en tanto que los ricos ni se enteran, así que lo paguen ellos y no nosotros, los salarios de muchos conductores sufrirían las consecuencias, etcétera, etcétera, etcétera. Ya saben, este tipo de razonamientos.
Por su parte, los ayuntamientos nos cobran con su famosa viñeta el desgaste que nuestros coches producen en el suelo urbano y nadie protesta; la población ya está habituada. Sin embargo, esos mismos ayuntamientos vienen tomando medidas para reducir la cifra de vehículos circulando por el casco urbano, favoreciendo fiscalmente la sustitución de los viejos motores de combustión por otros mecanismos más cuidadosos con el medio ambiente (excepción hecha de Madrid, ya saben que ahí hay más libertad), llegará el día en que todos los autobuses urbanos y los camiones de reparto habrán de tener motores eléctricos y contaminarán menos y harán menos ruido, la creación de aparcamientos gratuitos en las afueras, con servicio también gratuito de bus hasta el centro será una medida incuestionable y en fin, otras medidas que a ustedes se les ocurran. En definitiva el mundo del transporte va a experimentar – no digamos sufrir- grandes cambios.
Ahora se habla de la movilidad, no tenemos más que fijarnos en la panoplia de concejales o de consejeros autonómicos: siempre hay alguien que se dedica a la movilidad; igualmente en el gobierno central hay un ministro de transportes. Y éste sabe lo que cuesta mantener en condiciones aceptables el estado de las autovías y, por supuesto, lo que cuesta un kilómetro nuevo. Según afirma el presidente de Seopan, este año revierten a la titularidad pública unos 1,000 kms de autovías construidas y explotadas hasta ahora por esas empresas, lo que supondría el incremento del déficit público a partir del año próximo en unos 500 millones anuales.
La Diputación de Guipúzcoa viene cobrando desde hace unos cuatro años una tasa a los camiones que cruzan su territorio por la antigua carretera nacional N-1, convertida en autovía desde hace muchos años, tanto a los que van hacia la frontera francesa como a los que vienen de ella, mediante unos arcos (nada triunfales) colocados cerca de los extremos de la ruta; estos arcos identifican las matrículas y el cobro se hace después. Si ustedes ruedan por esta autovía o por la autopista que comunica todo el norte o la que va a Navarra y Aragón, podrán ver el enorme porcentaje de camiones con matrículas polacas, rumanas, búlgaras, eslovacas, checas, lituanas, letonas y estonias, por no hacer más larga la enumeración. Todos estos vehículos han sustituido a los matriculados en España y Portugal y demás países europeos. ¿Por qué? Porque las compañías de transporte han creado filiales en los países periféricos que hemos mencionado, donde los costes fijos son menores, empezando por los salarios y cargas sociales de los conductores, los gastos de matriculación, etcétera, con lo que se han ido quedando con la tajada a costa de las compañías tradicionales. ¿Que es justo, que no hay trampa? Desde luego que no, el mercado es libre, pero quizás debiéramos preguntarnos si hemos de ponerles una alfombra roja en nuestras autovías para que rueden más barato.
Y en el caso de los automóviles, lo normal puede ser que el mantenimiento de las carreteras sea pagado por el que las usa. Igual que en los ayuntamientos ¿no les parece?
Como decíamos en la primera parte, al desarrollo del transporte y a los avances de la medicina se atribuye el progreso de la humanidad; faltaría que desaparecieran las guerras, las persistentes hambrunas y las epidemias, y que se extendiera la libertad por doquier, para que el mundo fuera otro y sus habitantes más felices.
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