Una estructura en madera que aparenta suficiente resistencia, con cuatro pisos idénticos para albergar cualquier volumen; estructura protegida a su vez por una armadura de material plástico de fácil montaje que proporciona rigidez al conjunto y soporta otro plástico impermeable para evitar la intemperie y dotado de cremallera para acceder a su interior. En lo más alto, imitando los frontones griegos, podemos leer en su tímpano trae y lleva libros de sobra.
El conjunto parece estar bien anclado al suelo, apoyado sobre unos troncos que nos permiten ver restos de una arena que quizás sea el sobrante de un ligero hormigonado, capaz de soportar algún viento; el resto, ya lo ven ustedes, verde por doquier, una pared con muchos años encima, rocas y más verde, y al fondo un cielo azul para que confiemos en una larga vida para el conjunto y se haga la voluntad de su creador, que entiendo es que el paseante curiosee el contenido y tome el libro que más le guste, lo lea, y lo restituya después, si se acuerda. Igualmente el paseante puede dejar un libro de su propiedad que ya haya leído. Hemos de suponer también que ese creador permanecerá al tanto para que esa biblioteca se mantenga erguida y se ocupará también de renovar su contenido. Para ello debe contar con una bien poblada biblioteca e ir alimentándola para que siga siendo la madre nutricia de esta callejera hija suya.
Quien haya experimentado un cambio de domicilio con su consabida mudanza sabe bien que se habrá visto obligado a hacer una selección entre todo el contenido del primer domicilio, no importa si había más o menos capacidad de almacenamiento. Porque todos sabemos que en las casas hay muchos trastos cuyo traslado no merece la pena, ello por razones muy variadas. Los libros de sobra, como su dueño los ha clasificado, han encontrado un buen acomodo y, por supuesto, un inmejorable destino, cual es que otras personas puedan leerlos.
Hasta hace pocos años la relación entre el relato y el lector era la imprenta; hoy en día ha dejado de ser, al menos, la única relación. Cada día hay nuevas formas de acercarse a la lectura, léase bibliotecas, cada vez más y mejor provistas, hay dispositivos electrónicos que nos permiten leer y abultan menos, e incluso hay audios que nos evitan leer y solo hemos de escuchar. Aunque haya muchos – entre los que me incluyo – para quienes manosear el libro, sostenerlo entre las manos, volver página o tomar notas, sean actividades de las que no deseamos libranos. En cualquier caso estoy completamente seguro de que, a pesar de todas las ventajas citadas, disponer de una biblioteca en plena calle será de agradecer por los vecinos.
Que en un pueblo tan pequeño como es Celorio, encontremos esta biblioteca a disposición de los viandantes, el mismo pueblo en el que leímos hace unos pocos años colgando en la pared de un bar un soneto dedicado a su belleza, y que trajimos a este blog, es algo para resaltar y agradecer.
Vean ustedes de qué estamos hablando:
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