Políticamente
correcto; así ha sido unánimemente calificado –si no con estas mismas palabras,
sí en su sentido- el gesto que ha tenido el Rey al despojar a su hermana, la
listilla, del título de duquesa de Palma (Obsérvese que el municipio de Palma
lo hizo hace ya tiempo, a su manera, al eliminar el rótulo correspondiente de
de la calle en que estaba colocado)
Pero
el asunto no para ahí: ni el Rey ni nadie tiene la autoridad suficiente como
para quitarle el derecho sucesorio a la corona. No hace falta ser abogado para
comprender que el derecho que cualquier persona tiene a una herencia no
desaparece porque al causahabiente se le ocurra un buen día despojar de dicho
derecho al heredero. Y ya sabemos todos que la corona se transmite de la misma
manera que se transmite cualquier herencia; mejor dicho, las herencias se
transmiten de forma paritaria, a salvo de legítimas, tercios de mejora y otras
zarandajas legales. Hasta en eso es la institución monárquica tremendamente
antidemocrática. Por no decir absurda, que es lo que están pensando la mayor
parte de ustedes, porque ¿qué derecho tiene determinada familia a reinar en
país ninguno? Alguno dirá que se reina por la gracia de Dios, como ponía en las
antiguas monedas. Ah!, sí, contestarán otros, hubo un referéndum que convocó
aquél dictador y con ello se legitimó la monarquía. Ya, ya recuerdo, entonces,
¿por qué no se convoca nuevamente, desde la legalidad democrática actual?
Así,
si la familia Borbón volviera a ganar podría despojar del marquesado del Bosque
a Don Vicente cuando la selección no gane el próximo campeonato.
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