Artículo que acaba de aparecer en la revista OP Machinery, correspondiente a los meses de agosto y septiembre:
EL
RAPTO DE EUROPA
Según
la mitología griega, Europa, joven y bella princesa fenicia, fue raptada y
llevada a Creta por el mismísimo Zeus, disfrazado de toro. Allí engendró varios
hijos, uno de ellos, Minos, dio origen al Minotauro, otro mito de actualidad.
Sea
como fuere, su nombre pasó a bautizar el nuevo –por entonces- continente, hasta que muy
recientemente, unas decenas de años tan solo, los naturales de los países en
que se dividió aquél, comenzaron a considerarle como algo más que un mero accidente
geográfico –un apéndice peninsular de Asia. El concepto de Europa devino para
esas poblaciones algo más que un concepto político, algo más que un mercado
abierto construido con el evidente propósito de lograr un espacio comercial
para una industria que no podía soportar verse constreñida a la estrechez de
las viejas fronteras nacionales. Para esos ciudadanos, digo, Europa podía
significar algo más que la mera superación de las fronteras e incluso la aspiración
de que no hubiera en el futuro más guerras europeas como las que se dieron en
la primera mitad del siglo XX.
Ese
era el mito que los europeos fuimos construyendo, accediendo de paso a ciertas
cotas de bienestar que antes nos parecieran deseables, y en ese concepto pudimos
recordar a aquella virginal princesa que nos dio el nombre.
Pero
hemos mencionado también el mito del Minotauro: este ser, mitad hombre, mitad
toro, exigía el tributo de las más hermosas doncellas, a las que devoraba en su
laberinto. Y hoy en día, este segundo mito se impone sobre el primero. En el
laberinto financiero que algunos han construido, el mito de Europa nos ha sido
arrebatado. No sabemos bien quién o quienes han perpetrado el rapto, pero es
evidente que ya no está en nuestro altar. Y de nuevo ha sido bajo la apariencia
de un toro manso, en forma, esta vez, de un maná incesante de préstamos a bajo
interés que Europa no ha podido al fin devolver. Los servidores del sistema
espurio dan con una mano lo que luego han de reclamar con la otra, dejando a
los deudores en una situación de la que no pueden salir de ninguna manera.
Cuando
escribo estas líneas, estimado lector, 20 de julio, Grecia acaba de recibir un
tercer rescate, el cual ha empleado íntegramente en cancelar deudas anteriores;
es decir: el Minotauro ha exigido sus doncellas y los griegos han satisfecho el
tributo. Consecuencia: deben lo mismo y son más pobres. Cuando estas líneas
vean la luz, a mediados de septiembre, cualquier opción ha podido tomar carta
de naturaleza. Grecia seguirá en el euro o estará fuera, nadie lo sabe. Lo
único que se puede pensar, con la mayor de las verosimilitudes, es que toda esa
ceremonia de la confusión del anterior fin de semana, no habrá servido para
nada excepto para escenificar el enorme poder del Minotauro: el hombre con
cabeza de toro ha sido identificado, en nuestra cultura actual, con otra cabeza
de hombre sobre un cuerpo en silla de ruedas, símbolo de los tiempos.
Entretanto,
los griegos entregando sus tributos seguirán sufriendo y los corifeos del
Minotauro, nos dirán lo mismo que hasta ahora: las deudas hay que pagarlas,
cada uno cosecha lo que siembra y los manirrotos no deben quejarse; el que la
ha hecho, que la pague.
¿Dónde
ha quedado el mito de esa Europa, madre común, con la cual nos habíamos
identificado? ¿Quién, en sus cabales, quiere seguir en esa Europa nueva? ¿Dónde
estará el nuevo Teseo que acabe con el Minotauro? ¿Aparecerá por algún lado, en
forma humana, de partido, de país?
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