En la anterior entrada – Nos tienen envidia (2)- decíamos que lo correcto sería que todos los países de la UE tuviéramos la misma política fiscal y pagáramos según los mismos baremos. ¿Qué decir entonces de las diecisiete autonomías españolas?
Porque aunque esto del Wuhanvirus, durara unas semanas más, unos meses más, o unos años más – que todo puede suceder, aunque yo, optimista como siempre, me inclino por lo segundo o lo tercero- ya se justificaría abordar el asunto que hemos propuesto al inicio; y si a este virus, dure lo que dure, le siguiera otro, más o menos dañino, sería de todo punto imprescindible darle un repaso a ciertas cosillas que día a día se nos revelan sumamente importantes. Veamos:
España tiene un himno y una bandera que nos identifica de puertas afuera. Otra cosa es que el himno fuera cantado (si supieran los curas y frailes...) y la bandera, tricolor, pero eso no vamos a abordarlo ahora. Cada autonomía tiene su bandera y su canción, y eso no es grave. Tiene su parlamento propio, gobernado, solo o en coalición, por un partido político que puede ser el mismo que gobierna en España, o no. Hay asuntos transferidos y otros no. Y esta situación provocada por el Wuhanvirus – suena bien, ¿verdad?- nos ha revelado los problemas que pueden derivarse de esa disparidad. Me explico: cada comunidad autónoma puede organizar su sanidad como lo estime oportuno, y el Estado se reserva el correspondiente Ministerio de Sanidad que puede dictar unas normas, pero con un presupuesto que nada tiene que ver por su monto, muchísimo menor, con el presupuesto que cada comunidad destine a su sanidad que es decisión propia de cada una. Algo parecido ocurre con Hacienda. Las autonomías pueden modificar los tipos impositivos a su antojo, normalmente a la baja, como hemos visto hacer en la Comunidad de Madrid, renunciando a los ingresos de patrimonio y grandes fortunas estimados en unos 1,000 millones de euros anuales con la única condición de que esos contribuyentes se domicilien en los madriles; como si esos personajes tuvieran algún problema para cambiarse de domicilio. Pero imaginen lo que la sanidad madrileña hubiera podido hacer con esos 1,000 millones. Que por cierto, según un instituto de investigación económica valenciano, esa cifra se eleva a 4,100 M€ en el último año. En cambio la insigne presidenta de la Comunidad de Madrid ha exigido vehementemente – ella es así- al gobierno central recursos por 1,500 millones, sin dignarse dar cuenta de cómo y dónde los ha empleado. Imaginen lo que la sanidad madrileña hubiera podido hacer con esos millones de euros adicionales cada año. Se me ocurre pensar que quizás los miles de muertos en las residencias de ancianos madrileñas hubieran podido estar mejor atendidos y hubieran sido menos, ¿verdad? Todo esto al margen del daño fiscal causado a las autonomías de origen de esas grandes fortunas. ¿Será que los madrileños partidarios de esa discriminación fiscal son más madrileños que españoles? No puedo creerlo, con el uso y exhibición que hacen de la bandera rojigualda, pero como dijo Cervantes cosas veredes, amigo Sancho. Pensándolo bien, lo más seguro será que usen esa bandera como trampantojo; es lo propio de trileros.
Si somos un país, si tenemos una bandera, que para algunos es lo más sagrado que un español puede tener, aunque de momento no sea la tricolor, si tan español es uno de Madrid como otro de Pontevedra, sean naturales o de residencia, pienso que todos los españoles debiéramos pagar los mismos impuestos y tener los mismos derechos sanitarios para cuando llegue el siguiente virus, sea de Wuhan o de Wisconsin. Lo digo desde una comunidad en la que pagamos el impuesto de IRPF más progresivo de la península, y donde se paga Patrimonio y Sucesiones, pero donde las carencias (que aún y con todo hay y no son pocas) son menores que en esas otras tan neo liberales.
No se dejen engañar, amigos, exijan lo que es justo. Quitar impuestos solo beneficia a los que han de pagarlos. Los del común, ¿con qué podremos pagar los servicios públicos que se financian con impuestos?
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