sábado, 7 de noviembre de 2020

Nos tienen envidia (2)




Volvemos hoy sobre una entrada en este blog del pasado mes de julio, titulada “Nos tienen envidia”. Obviamente, los países del norte de Europa, miembros del mismo club al que nosotros pertenecemos, no nos tienen envidia. Hombre, podrá gustarles la paella, el vino, el clima y las playas y ... eso es todo.

Hace decenios se hablaba de la Europa de las naciones y la Europa de los Estados: se optó – como es lógico a efectos mercantiles- por lo segundo. Y se siguió hablando del Mercado Común Europeo, que era, en definitiva, de lo que se trataba: la consecuencia lógica de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, la CECA, que había sido un escalón previo, ya en 1951. De modo que eso era Europa y eso quería ser, un mercado común: las transacciones interiores son de hecho más del 60% de las ventas medias de cada país integrante; el tercio restante se vende al resto del mundo.

Ese era el objetivo y se va cumpliendo. Por eso a la Europa industrial y tecnológica, la del norte, le interesará siempre un sur con capacidad de compra, y ello justifica los programas de ayudas regionales de las cuales se beneficiaba fundamentalmente el sur: el Norte aportaba dinero y el Sur lo recibía. Hace un par de años que España ha salido de esa condición y actualmente paga más de lo que puede recibir: somos contribuyentes netos. Ahora es el Este europeo el que se lleva los fondos al desarrollo. Al margen de la Política Agraria Común, el gran negocio de Francia, Alemania y Dinamarca, y del que España es un beneficiario menor pero no despreciable, la situación es, a grandes rasgos, la descrita.

De modo que puede seguir viéndose al Sur como un sumidero de ayudas, si no se quiere profundizar en los aspectos descritos más arriba; siempre habrá quienes lo hagan. Pero por el contrario, sí es cierto que podemos ver al Norte como poseedor de ventajas que no son en absoluto baladíes. En términos económicos es fácil comprender que estar en el corazón geográfico y económico de Europa tiene también sus ventajas. Se cifra en un 5% la ventaja comparativa en costes para la industria centro europea comparando con la periférica. Esto hará que inversiones extra europeas elijan esas ubicaciones, siempre más cerca de los mercados importantes.

Pero si además en esos países se sigue practicando el tax deal, es decir, la negociación fiscal de esas inversiones, la ventaja comparativa puede ser insalvable. Las multinacionales americanas por ejemplo, que se establezcan en Holanda, Luxemburgo o Irlanda pueden llegar a no pagar impuestos. Se ha calculado que esto supone una pérdida de más de 10,000 millones de euros anuales para los otros países que, como los del sur, no lo hacen.

Lo sorprendente es que este asunto que cada año va a más, que beneficia a las empresas y a los gobiernos que lo pactan, no se haya puesto de manifiesto en estas negociaciones. La necesidad de una política fiscal común resulta obvia. Europa no podrá avanzar en su cohesión si cada país mantiene la política fiscal que le apetezca. Es contrario a la disciplina del mercado, y a la idea de Europa. Ni nosotros debemos pagar menos impuestos que ellos en lo referente al IRPF y Sociedades, ni ellos seguir con esos pactos individuales con las grandes multinacionales.










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