contigo a leer aprendí,
cuántas veces tu lema repetí
hasta que capaz fui de decir
carlos tercero rey año de mil setecientos ochenta y cuatro.
Yo estaba contigo y tú conmigo
eras parte de mi casa,
aunque por medio,
a veces impetuoso
y otras calmado o falto de agua, pasaba el Miera,
el mismo que Gerardo Diego cantara.
Plomo y hierro fundidos vertieron
para soldar tus sillares.
Pero todo cesó
cuando en la última riada el Miera se lo llevó
y solo tú quedaste.
Tú, como todos los arcos eres puerta
y como todas las puertas tienes dos caras,
la de salida
y la de entrada.
Yo veía la segunda, la principal
por donde entraron
los Arche, los Baldor, los Cubría,
los Guate, los Lombó, los Marqué,
los Piro, los Rojí, los Roqueñí o los Uslé,
aunque no siempre bien aceptados,
cuando aún ni existía el proyecto de hacerte.
(Mucho más tarde vinieron personas de Extremadura,
apellidos nuevos y nueva sangre,
para aportar la fuerza de sus brazos,
su necesidad vital
y su apremio e inteligencia)
Por tu otra cara salían
los temidos tubos de hierro
que yo he visto en Manila, en San Juan o en La Habana
donde descargaron su trueno de fuego
para imponer tu hispánica paz.
En el fondo de mis pupilas quedarás,
Arco de La Cavada,
ahí donde reside la imagen primigenia,
la que nunca se olvida,
la que siempre nos acompaña.
Ahí,
por siempre,
tu figura neoclásica.
Estupendo el poema José María
ResponderEliminarMuchas gracias, desconocido o desconocida.
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