Este artículo se ha publicado en el número de noviembre de la revista OPMachiney.
Peñíscola dispone de dos playas urbanas, pero cualquiera que las conozca sabe a cuál nos referimos cuando hablamos de la playa. Besando los muros del castillo, la playa traza una amplia curva formando una abierta ensenada, para luego dirigirse directamente en dirección nor-nordeste hasta empalmar con la costa de la vecina Benicarló. La anchura o profundidad de la playa va creciendo en el desarrollo de esa curva, manteniéndose en la zona recta hacia Benicarló en una anchura igualmente notable. Pero la playa no siempre ha sido así, hasta el arranque de estos años 2000, esa anchura iba en continua disminución hasta que solamente quedaba a la vista la escollera de roca que protegía la carretera de Benicarló de los embates de las olas. Y, éste es un dato importante, la arena de aquella playa era la que uno espera encontrar en una buena playa.
Si buscamos en ese pozo sin fondo que es internet y tecleamos “regeneración del litoral norte de Peñíscola” nos encontraremos con una página del Miteco, siglas del actual Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. En esa página encontraremos la descripción de la problemática de origen de lo que queremos explicar y dice textualmente: La gran afluencia de turistas durante 6 meses al año, la existencia de un vial de doble sentido junto al mar, que comunicaba las poblaciones de Peñíscola y Benicarló, y la práctica inexistencia de playa en un tramo de 3.600 metros entre el Sur del término municipal de Benicarló y la playa Norte de Peñíscola, requerían la realización de las obras descritas a continuación.
Primera inexactitud: la temporada turística, ni hoy, ni mucho menos en aquellos lejanos años 2000, se extiende sobre 6 meses al año; si acaso, se podría hablar desde finales de junio hasta mediados de septiembre, poco más de dos meses y medio. Eso lo sabe cualquiera de los habitantes de la zona y la inmensa mayoría de los españoles, incluidos los técnicos del referido ministerio. Lo que seguramente tuvo peso en la decisión de la obra fueron las continuas manifestaciones agosteñas que los residentes de la zona de Peñismar realizaban chocando cantos rodados entre sus manos a lo largo de la carretera y que concluían en el centro de Peñíscola. Reivindicaban así la construcción de una playa frente a sus apartamentos, playa que no existía cuando los compraron. También hay quien afirma que aquellas manifestaciones pudieron ser alentadas desde el propio Ayuntamiento para que el Ministerio promoviera la obra; elemental Watson, que dijera aquél. Nadie puede dudar de que la idea de completar la playa, desde el punto en el que acababa hasta el límite mismo con el vecino municipio de Benicarló abría inmensas posibilidades de negocio acordes con el “boom” de la construcción que por entonces vivíamos.
El resumen final dice textualmente: Construcción de un paseo marítimo de 3600 metros de longitud, y ordenación y eliminación parcial del tráfico rodado en la fachada litoral de Peñíscola.
Regeneración de un tramo de costa de 3.900 metros, para la que se han empleado 1.200.000 m3 de arena de machaqueo de procedencia continental, y 300.000 m3 de arena natural procedente de dragado.
Construcción de un espigón sumergido a la cota -3,00, con una longitud de 200 metros, en el tómbolo de Peñíscola.
Plazo: 18 meses. Situación: Terminada (2003). Presupuesto: 25.036.959,07 €”.
Es decir: cuatro mil ciento sesenta y cinco millones de pesetas, como decíamos en aquellos tiempos.
De modo que si leemos cuidadosamente ambos textos encontraremos que la cuantificación y origen de los materiales utilizados se hace a posteriori. Y esto nos hace entender la razón por la que la playa “extendida” de Peñíscola no alcanza ni de lejos la calidad de la arena de la parte existente en aquellos momentos. Y esto conlleva otro problema: en esa parte nueva el mar causa frecuentes estragos, habiendo tenido el referido Miteco que acometer obras de mejora, regeneración de las dunas, etcétera, y que sea difícil asegurar que no tengamos nuevas experiencias como la de la tormenta Gloria. Claro está, la parte positiva es que hubo quienes consiguieron un aumento de su patrimonio, pues si bien se gastó todo el presupuesto, los materiales utilizados fueron notoriamente más baratos. Y sí, efectivamente, se construyeron nuevas viviendas.
Pero esto será objeto de las siguientes entregas.
(Continuará)
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