Hoy
es seis de diciembre. Sí, conmemoramos la Constitución. Así, con mayúsculas.
Aunque para muchos no signifique nada, para otros que tenemos más memoria
–aunque sólo sea porque somos más viejos- sí tiene un significado.
Conocimos
otros tiempos en que no éramos ciudadanos sino meros súbditos, dependíamos del
capricho inmisericorde de una casta que hundía sus raíces en un lejano
dieciocho de julio. Por eso, hace ahora treinta y cuatro años, había en nuestro
país dos sentimientos alternativos, en cierta manera, contrapuestos: uno más
radical: hacérsela pagar; otro más posibilista: hagamos algo que satisfaga, de
la manera que sea, a todos. Se optó por esto último y se consensuó la actual
constitución. Los que sinceramente la abrazamos, hubimos de pasar el trago del
23-F. A ellos no les había bastado, no era suficiente. Más sectores sociales se
sumaron a la constitución y a la mayoría le pareció que sería mejor no tocarla.
Un
melón cuando está en sazón tiene un hermoso aspecto, pero hasta que no se abre
no se sabe a ciencia cierta cómo será el fruto que en su redondez alberga. Esta
figura retórica de “partir el melón” se convirtió en la excusa para mantenerlo
incólume, para no meterse en aventuras constitucionales que nadie sabe a
ciencia cierta cómo van a acabar. Pero, como decimos más arriba, han pasado
ya treinta y cuatro años. Una gran
proporción de la población española no alcanza esa edad, y me temo que son los
que más están sufriendo la actual penuria. O mejor dicho, la van a sufrir,
porque hasta ahora tienen una cobertura familiar –los que la tienen- pero cada
vez más, tendrán que valerse por sí mismos. Y ellos y todos los demás tenemos
derecho a, respetando la constitución –así, en minúsculas, no se la respeta
menos-, querer modificarla. Para hacerla mejor, para adaptarla a los tiempos
actuales, para hacerla más justa.
Se
me ocurren dos aspectos en los que se podría entrar en debate: el sentido de la
monarquía hoy en el siglo XXI, y las relaciones de España con la Iglesia, o si
lo prefieren, la cuestión de la confesionalidad religiosa.
Hoy,
seis de diciembre puede ser un buen día para estas cuestiones. Al fin y al
cabo, nos hemos enterado de que la lesión de Messi en el encuentro de ayer no
reviste mayor importancia. Quizás podríamos dedicarnos a cuestiones de mayor trascendencia,
¿no les parece?
Muy bueno el articulo! Personalmente soy partidario de que se "parta el melon"... no vaya a ser que se pudra antes!!!
ResponderEliminarTienes mucha razón, Anónimo. Además, cuanto más se espera, más partes enfermas pueden aparecer, y entonces no se trataría ya de reformar la Constitución, sino de hacer otra nueva. Y ya has visto lo que ha dicho Rajoy, que no hace falta tocarla; claro que Rubalcaba no es que haya tirado la casa por la ventana...
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