viernes, 5 de febrero de 2016

Empieza el juego





Según lo entiendo yo, los partidos políticos acuden a las elecciones con un programa que, para entendernos, llamaremos programa de máximos. Es decir, es  de esperar que si un partido gana unas elecciones con la mayoría suficiente como para gobernar con el respaldo necesario en el Congreso para sacar adelante las leyes que presente, ese partido aplicará su programa máximo. (Lo que ha hecho el PP en la última legislatura, hacer lo contrario de lo que anunció, es otra cosa que dejo a la definición de ustedes)
Ahora bien, el asunto se complica si el partido en cuestión no obtiene esa mayoría, sino que sus resultados sólo le permiten entrar en un gobierno de coalición con otro u otros partidos (que también tienen sus programas, claro) Entonces, cada uno de esos partidos intervinientes, si quiere llegar a acuerdos y formar gobierno, tendrá que hacer dejación de alguna de sus propuestas programáticas, y, al mismo tiempo, aceptar alguna del otro o los otros en disputa. Esto vale tanto si se trata de formar gobierno como de permitir el gobierno de otro dándole apoyo parlamentario. A esto es a lo que hemos estado acostumbrados cada vez que el PP o el PSOE han necesitado los votos de los nacionalistas vascos o de los catalanes (recuerden cuando Aznar hablaba catalán en la intimidad)
O sea, que en esta tesitura, decir que se tienen líneas rojas, es decir que hay aspectos del programa a los cuales no se va a renunciar de ninguna manera, es un lo tomas o lo dejas, vamos. No hay posibilidad de negociación. Dicho en los primeros momentos puede servir para descolocar a los demás, pero mantenerlo después es una negativa al diálogo.
Ese después aún no ha llegado. Hemos asistido durante este último mes a un circo con muy poco espectáculo, por no hablar de la calidad de los circenses, sólo superada por la del circo mediático, que es aún muchísimo peor. No sé qué pensarán ustedes, pero a mí el aburrimiento me llega hasta las cejas. Pero ese después está a punto de llegar. Los partidos van a empezar a hablar entre ellos, y es en ese momento cuando vendrá el turno de las discusiones, de las renuncias, o, lo que es peor, de las rupturas. Todos los partidos van a tener que ceder, y  un país postrado por la crisis está esperando justamente eso.
¿Sería entendible que no se formara un gobierno que no tuviera en su programa la lucha contra el paro, contra la precariedad, contra los bajos salarios, contra la desigualdad, contra la corrupción, que no luchara por una regeneración ética y moral de la administración, empezando por la de la justicia, que no mejorara el estado de la sanidad, de la educación, que no devolviera Televisión Española a los españoles? ¿Serían este tipo de propuestas las prioritarias o hay otras?
¿Qué piensan ustedes?




1 comentario:

  1. Totalmente de acuerdo con el contenido de éste artículo, Selene

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