martes, 8 de marzo de 2016

Europa raptada


El siguiente artículo fue escrito a finales de septiembre de 2015, pero por un inoportuno traspapeleo, se ha publicado en el número de febrero pasado de la revista OP Machinery.
A la luz de los acuerdos a que trata de llegar estos días Europa con el gobierno turco, considero que aún tiene actualidad.








En mi anterior reflexión sobre Europa (y su rapto) centraba mi análisis sobre el caso griego, que congregaba todas las miradas de la actualidad en aquellos, ya lejanos días, de la segunda mitad del mes de julio.
No teníamos la foto del pobre niño ahogado en la playa turca, ni sabíamos de Petra Laszlo, con su alevoso repertorio de patadas y zancadillas. Todo ello nos ha hecho despertar a una nueva realidad. Para constatar, de la forma más desesperanzadora posible, que en Europa no hay, tampoco, una política común, un sentimiento común, ni una vergüenza común. Y hemos aprendido que veremos imágenes aún más crudas, a medida que el “General Invierno” endurezca su táctica.
El resultado de las elecciones griegas nos ha sido silenciado. Creo que es lícito preguntarse si hubiera ocurrido lo mismo en el caso de un resultado diametralmente opuesto. Estoy seguro de que no, el gobierno español habría preferido un triunfo de sus correligionarios griegos, como habría preferido también que las opciones independentistas se desinflaran en el caso catalán. Por el contrario, ha tenido que ver cómo los griegos han optado por que sea Syriza quien administre la miseria a que lo haga, quedándose de paso con la comisión por la gestión, el partido de Nueva Democracia. Algo parecido le ha pasado con Portugal. Y ha tenido que ver también el poco apoyo cosechado en Cataluña, aviso de lo que le va a ocurrir en las elecciones generales de diciembre.
¿Existía Siria en aquellos momentos? ¿Dónde estaba el foco de las noticias, cuando ya se habían movido millones de sirios –familias enteras o lo que quedaba de ellas-, cuando esos grupos humanos se movían por Turquía y Grecia, fundamentalmente? En Europa no se hablaba de ello, y, lo que es más grave, las estructuras de gobierno europeas no avisaban de lo que se avecinaba. Ha habido quienes han comparado este éxodo de ciudadanos del Oriente Medio con el de los godos que, presionados por Atila, llamaron violentamente a las puertas del decadente Imperio Romano. Aquél proceso adelantó en poco más de cien años a la caída de Roma.
En estos mismos momentos asistimos a la erección de nuevas vallas, dotadas de concertinas –made in Spain- en las fronteras de Hungría, que ha copiado el mismo procedimiento puesto en marcha por España alrededor de Ceuta y Melilla. Y ello, rompiendo un acuerdo tomado en Bruselas por los responsables políticos de la Unión Europea.
Supongo que es pronto para decir cómo va a resolverse este conflicto. La solución segura va a ser la del largo plazo, de tal modo que bien podemos decir que Europa será mestiza o no será; la defensa a ultranza del propio y escaso bienestar ante la amenaza de una riada incesante de inmigrantes cuyo empuje parece avasallador no nos deja otra opción racional: quinientos millones de africanos darán el salto en un momento u otro, y otros tantos asiáticos tantean también su oportunidad. Este es el futuro que le espera a Europa, ya sea cuestión de años o de unos pocos decenios, pero no tardarán tanto como los bárbaros del norte que acabaron con el Imperio Romano.
Sea como fuere, parece que tenemos que concluir en que de aquella Europa que supuso un sueño común queda muy poco, si no es nada. Al escribir estas líneas, puedo decir que estamos como al principio: la solidaridad europea se ha esfumado; los refugiados se quedarán en sus campamentos y ningún país llevará a cabo la acogida; esperaremos a que el crudo invierno cumpla su misión, las bajas sean importantes y esto desanime a la diáspora. Apenas queda la esperanza de que, como en otras ocasiones tan oscuras como ésta, los europeos hayan sido capaces de imaginar otra realidad y luchar por hacerla posible. ¿Habrá bombas para todos o Europa será capaz de organizar esos movimientos de otra manera? ¿Tendremos los líderes necesarios que señalen el camino o seremos guiados por los servidores de otras instancias, otras superestructuras, otros intereses que trascienden el mero interés de las personas?
Ustedes, ¿qué piensan?




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