Pedro
Sánchez ha cosechado ya sus dos primeras derrotas en el proceso de investidura.
Ahora se hace un punto y aparte, y se vuelve a la negociación para tratar de
conseguir un resultado positivo. Sinceramente, no me gustaría que obtuviera una
tercera derrota que nos llevara a unas nuevas elecciones. Pienso que no sería bueno
que eso ocurriera, pero tampoco que haya que evitarlo a cualquier precio.
Veamos cómo están las cosas:
Parte
de los que dicen estar enterados afirman que el pacto que ahora tiene formado
no es sino el embrión de otro, mucho más grande, que incluye al PP, sin Mariano
como candidato a la presidencia, o bien, con Albert Rivera en esa posición; es
decir un pacto de “derecha civilizada”; un pacto lampedusiano, para que nada
cambie en profundidad. Esa solución, sin Pedro al mando puede parecer difícil,
pero el verdadero objetivo, que es evitar que Podemos toque poder, está
reclamado por muchas y poderosas instancias.
La
otra posibilidad, un pacto entre Psoe, Podemos y algunos más, puede recibir el
apoyo suficiente como para conseguir la investidura, sobrepasando los votos en
contra del PP y C´s. Y en este caso, mi consejera áulica, piensa que podría
lograrse si los dos grandes partícipes renunciaran a una presencia pública con
demasiada visibilidad para ellos. ¿Cómo? Verán, ella dice que hay una figura
que reúne ciertas características, y que aún no está quemado políticamente.
Ayer mismo, Albert Rivera le echaba en cara a Pablo Iglesias que no se
pareciera más a aquellos líderes comunistas que contribuyeron a que la transición
se hiciera posible, y citó a Solé Tura y al propio Carrillo. Mi consejera áulica señala que Alberto
Garzón, aunque sea del Partido Comunista, tiene los cuernos y el rabo más
pequeños que Pablo Iglesias, y que tiene un buen cartel, es muy prudente en sus
manifestaciones, y maneras de chico formal y sensato. Vamos, el yerno que
cualquier madre quisiera tener.
De
modo que su propuesta es que Pedro y Pablo aceptaran a Alberto Garzón como
presidente del hipotético gobierno de coalición, al que se podría unir,
incluso, Albert Rivera, que contribuiría a dar prestancia a tal gobierno.
¿Bases programáticas para ese gobierno?
La Ley 25 de emergencia social, la reforma de la ley electoral y del
Senado, con los aderezos que sean precisos en la Constitución, y la
democratización de la Justicia y de los medios de comunicación estatales. ¿Qué
les parece? Situaría al PP en la oposición, se podrían convocar nuevas
elecciones en un par de años, cuando se hubiera visibilizado el cambio político,
y tendríamos un horizonte bien distinto al de hoy.
Y si
a Pedro este proyecto no le gustara, lo tendría que explicar de forma clara y
concisa. Ya no podría poner a Podemos en el mismo lado de la balanza que el PP,
y aquél se recuperaría del error que –a mi juicio- cometió al levantarse de la
mesa de negociación, cuando el Psoe negociaba en habitaciones contiguas
programas diferentes con partidos distintos.
Redondo,
¿no?
Bingo. Estoy en completo acuerdo con su artículo
ResponderEliminarPues sí. Me parece una propuesta verosímil. El problema está en su difícil encaje en una sociedad y modelo político dominado por los egos (de fondos más y menos honestos).
ResponderEliminarMientras no encontremos mecanismos (normas, procedimientos, operativas, principios, estatutos, fórmulas legales...) que desincentiven la tendencia humana a priorizar el interés personal (bien y mal intencionado) sobre los interes colectivos, la actividad política no será de servicio a la Sociedad.
Disiento de su contenido. Apuesto por la gran coalición que a mi entender refleja el resultado de las elecciones.
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