El siguiente artículo se ha publicado en la revista OP Machinery, en su número de Agosto-septiembre de 2016.
BIOLOGÍA
MUNICIPAL Y ESPESA
Lamarck
nos dejó la idea de que la función crea el órgano, y la necesidad, la función. Este
principio que está en la base de la teoría de la evolución es hoy
incontestable. Pero lo que aquí me interesa destacar es el razonamiento
inverso, a saber: el órgano crea la función. No, dejemos aparte cuestiones
relacionadas con la biología, ahora estamos hablando de la administración, sí,
ese ente que los humanos creamos para hacer viable la convivencia entre
nosotros en un determinado relativo espacio-tiempo. Y como cualquier creación
humana, atendida por humanos y mejorada por humanos, esa dichosa administración
manifiesta una tendencia autónoma propia de los seres vivos para ramificarse,
multiplicarse y, hasta podríamos decir, complicarse y terminar haciéndose
pesada, incómoda, cara y ominosa para aquellos mismos que contribuyeron a
crearla y que son los que la padecen y financian.
Y
como prueba de lo dicho en el párrafo anterior, en el que pienso que todos
estaremos más o menos de acuerdo, sin pretender ser exhaustivo ni mucho menos, pues
cada uno tiene miles de ejemplos, los más de ellos más esclarecedores que los
míos, voy a compartir sólo uno que me ha llamado la atención. Ahí va:
En
la ciudad que habito, la ciudadanía tiene, sobre todo, -pero no solo- en verano,
el hábito de sentarse en terrazas públicas para ver pasar la vida, platicar en
común o leer el periódico, por ejemplo. Como en la de cada uno de ustedes. Y
esta actividad es aprovechada por el gremio de hostelería para sacar unas mesas
y sillas y facilitar esa afición, convirtiéndola de paso en parte de su
negocio. Esto no pasó desapercibido para
la autoridad municipal que aprovechó la singular circunstancia para engrosar las
arcas públicas cobrando un canon por el uso del espacio público. Podría haber
revertido el importe de ese canon –piensen ustedes cuantas terrazas hay en su
ciudad- y cobrar menos impuestos a los vecinos, pues el espacio es como hemos
dicho público, es decir, de todos, y el ayuntamiento es como hemos mencionado
más arriba una creación de los mismos vecinos. Vean pues con que sutileza, el
ayuntamiento (nuestro) cobra a los hosteleros un dinero por utilizar un suelo
(nuestro también)
Pero,
y aquí viene lo bueno, en un alarde que demuestra bien a las claras la
capacidad de ese órgano (ayuntamiento) para crear una función, va y desarrolla
una espesa y prolija reglamentación (la función misma) que regula el número de
mesas y sillas que cada hostelero puede sacar enfrente de su establecimiento,
reglamento que hace público para que sea de general conocimiento. De modo que
ya tenemos un órgano (el ayuntamiento, y por extensión, varios funcionarios que
se dedican exclusivamente a redactar y dar a conocer la reglamentación) y una
función que antes no existía (la reglamentación misma) ¿Piensan ustedes que esta
creación de vida acaba aquí? ¡Quiá!, ¡no señor! Como resulta que los ciudadanos
somos a veces como los girasoles, que nos movemos para aprovechar los rayos
solares, la disposición de la terraza que imaginó el hostelero se modifica y
las líneas de mesas varían su orientación. A veces, incluso si hay un grupo
familiar o de amigos, que ocupe más de las cuatro sillas que rodean una mesa,
ni les cuento. Esa terraza no tiene nada que ver con lo que se proyectó. Ante
tamaño desatino, el órgano crea más función: la vigilancia de terrazas.
Y he
aquí al tal vigilante que, metro, boli y block en ristre, visita las terrazas,
mide, anota, calcula y comprueba si la terraza entra en los metros cuadrados
por los que el tabernero paga. Ítem más, las mesas deben seguir una determinada
línea, o ser cuadradas, y nunca redondas… En fin, se ha cumplido la máxima
administrativa: el órgano crea la función. El vulgo espeso, municipal y errante
del que nos habló Rubén Darío en su soneto autumnal al Marqués de Bradomín
valleinclanesco toma así todo su sentido.
¿Ven
ustedes lo que da de sí la biología municipal?
No hay comentarios:
Publicar un comentario