LA VIDA
NO VALE NADA
La
pena de muerte sigue vigente en muchos países, unos del tercer mundo y otros,
de los llamados desarrollados; entre estos, se encuentran los Estados Unidos.
Hay un debate generalizado acerca de su sentido y de su justicia, también en
USA. Entretanto, siguen las sentencias y continúan las ejecuciones, y
periódicamente, se conocen casos de reos cuya inocencia se ha demostrado cuando
habían cumplido largos años de cárcel, o lo que es peor, cuando ya habían sido
ejecutados. Una gran mayoría de reos en USA pertenecen a las minorías negras o
latinas. La exclusión social, la ignorancia, la falta de recursos, incluidos
los legales, son la causa de esa situación.
Después,
en los estados gobernados por el partido republicano resulta difícil librarse
de la ejecución cuando ha recaído la sentencia. Algunos gobernadores están
especialmente inclinados a dar la última orden. Curiosamente, los que hacen
caso omiso del poner la otra mejilla y del no matarás, son fervientes
seguidores de la rígida justicia divina que se traduce en que su dios ama a
unos de sus hijos mientras manda matar a otros, a pesar de que crean que es el padre de todos.
Pero
esto no debe extrañarnos, a fin de cuentas estamos hablando del país que hace
unos meses eligió al presidente que eligió. Hasta tal punto se trata de un país
chocante que en el estado de Arkansas, que no es de los más boyantes económica
y culturalmente hablando, tenían un pequeño stock de Midazolan con fecha de
caducidad del 30 de abril. Ignoro cuál es el coste de este tranquilizante que
se emplea para sedar al reo antes de inyectarle las dos sustancias que
definitivamente le matan; cierto es que llevaban doce años sin ninguna
ejecución; hasta podemos admitir como supuesto de partida que los ocho reos que
mantenían en el corredor de la muerte fueran inequívocamente culpables de los
hechos de que les acusaban, y que tales hechos fueran, a su vez, de la mayor
vileza y falta de compasión para con sus víctimas; pero, si de acuerdo con su
ordenamiento legal, aún no se han agotado los recursos que sus abogados
presentan para retrasar la ejecución; si la propia industria farmacéutica se
niega a fabricar el famoso Midazolan,
negativa basada en que no hay garantía de que el preso quede totalmente sedado
y no sienta dolor mientras actúan los fármacos que le matan, pues la propia
constitución que ampara la ejecución dice también que no hay que infligir al
reo otro padecimiento adicional, que con quitarle la vida es suficiente; si
todo esto se da, ¿a qué viene ese empeño irracional e inmisericorde?
Ayer
fue el último día de abril, y busco en los medios para saber cuántos reos han
sido, al fin, ejecutados, con el
objetivo de aprovechar las pastillitas: el gobernador de Arkansas ha tenido un
meritorio resultado, logrando ejecutar a cuatro de los ocho reos. Ha
aprovechado parte del stock de Midazolan, aunque no tanto como quería, pero es
un buen resultado, sus electores pueden estar satisfechos.
Por
otro lado, en nuestro país, en España, nos encontramos hace unos diez días con
la triste noticia del fallecimiento de un niño de diez años que sufrió un
accidente mientras entrenaba con su kart
en un circuito propiedad de un famoso piloto español de bólidos –sí ese mismo
en el que ustedes están pensando- para presentarse al campeonato de Asturias de
esos cacharros. Por supuesto, contaba con la autorización paterna y con todos
los permisos necesarios para dedicarse a ese “deporte”.
Si
uno teclea karts en internet aparecen 54.800.000 resultados para esa búsqueda, de
ellos 429.000 específicos para karts infantiles. Baste saber que hay karts para
niños a partir de 5 años que alcanzan hasta 35 km/hora, por 749 euros, muy
seguros, eso sí. Por último, si buscamos competiciones infantiles nos podremos
informar en 94.800 resultados. ¡Juzguen por sí mismos!
Volvamos
al título de este texto. ¿Les parece a ustedes que he exagerado?
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