Nada,
no se preocupen, no hay tal. Me parece
recordar que el título es de una película ambiciosa, o de una novela política,
pero no consigo recordar más; también puede ser fruto de mi imaginación y no
haya nada de lo que digo. Pero con ese título me quiero referir a estas dos
últimas semanas: recuerden ustedes que apenas hace quince días, el sábado 26 de
mayo se registró la moción de censura, y yo escribí “Una moción de censura,
¿para qué?”; el sábado siguiente, 2 de junio, esa moción triunfó, escribí “Una
amarga despedida”, y mañana, 8 de junio, se celebrará el primer Consejo de
Ministros del nuevo gobierno surgido de tales
hechos; lo dicho, dos semanas que han cambiado, no el mundo, pero sí las
esperanzas de millones de españoles, unos 12 millones que somos los que votamos
a los partidos que han hecho posible el cambio de gobierno y el renacer de
tantas ilusiones. Justamente 12 millones, al menos un millón más de los que
votaron a los dos partidos que se oponían, por lo que la eterna cantinela de
los casposos sobre legitimidades democráticas –a pesar de que ellos lo saben-, no
tiene ninguna razón de ser.
Así
que en esas estamos, ya tenemos un gobierno democrático, legal y perfectamente
legitimado –por mucho que lo nieguen Rafael Hernando y gente de su calaña- y se
abre una nueva etapa. Sorprende que Pedro Sánchez haya podido urdir esa nueva
realidad en tan corto espacio de tiempo con mimbres tan variados y de tan
diferentes extracciones.
En
este país nuestro suele decirse que cada español es un seleccionador de fútbol;
ya saben ustedes que mi españolidad está bastante cuestionada, así que igual
que acepto la lista del seleccionador, acepto la lista del presidente del
gobierno.
Él mismo ha dicho, sobre la mayoría de mujeres
que forman el gabinete, que desde el 8 de marzo no es posible negar la realidad
a esa mitad de la ciudadanía que tomó las calles por doquier. Y tiene mucha
razón. Por ello espero que, aplicando el mismo criterio, se acuerde de
trabajadores y pensionistas que también han tomado y siguen tomando las calles.
Esperemos
que así sea; eso hará posible que el nuevo gobierno cumpla su horizonte
temporal completo, y pueda revalidar en ese lejano día el éxito obtenido ahora.
Crucemos
los dedos.
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