Ya
saben ustedes –y si no, sépanlo ahora- que en varias ocasiones he sentido la
necesidad de exiliarme. Solo la falta de determinación (una característica
fundamental de mi carácter) me lo ha impedido; tal era mi estado de ánimo en el
país de M. Rajoy. Pues bien, ahora me muevo en otros ámbitos mentales, creo que
debido al frenético decurso de los acontecimientos en este país, que hace difícil
imaginar otro más animado. Veamos unos ejemplos:
Cuando
ya parecía que lo de Urdangarin iba a seguir el mismo camino que lo de su
mujer, viene la justicia española y en un arranque de audacia nos ofrece una
sentencia definitiva. Pase que haya tenido la deferencia de darle cinco días
para su ingreso en prisión, con lo que se corre el riesgo de que se quede en
Suiza, país al que ha vuelto. Y les confieso a ustedes que eso es lo que me
gustaría que ocurriera, dado que su cónyuge allí reside, y lo que ha unido dios, que no lo separe el hombre.
Además, ella, la infanta, puede ver truncada su carrera profesional. Sabrán
ustedes que ocupó un puesto ejecutivo de altura –lo que corresponde a su
formación académica y a su valía- en la Caixa, hasta el punto de que cuando hubo de
acompañar a su marido a USA, esa entidad le facilitó el poder hacer su trabajo
desde el nuevo emplazamiento familiar; cosa que se volvió a producir cuando el
domicilio familiar se trasladó a Suiza. Yo, cada vez que voy a la Caixa, si hay
una empleada nueva, le pregunto si
conoce el cometido de nuestra infanta en la entidad; todas lo niegan mientras
me miran con cierta cara de desconfianza, no entiendo el porqué.
Pues
bien, veremos qué solución se adopta ahora para facilitar el contacto
continuado de la pareja, ya que el hecho de que los presos cumplan condena lo
más cerca posible de su lugar de residencia familiar es, como saben ustedes,
una máxima del sistema penitenciario español.
Muchos
españoles se preguntan habitualmente dónde queda el dinero que los delincuentes
juzgados y condenados nunca devuelven; el consabido “a la cárcel y que devuelvan
el dinero”. Quiero decirles que este no es el caso, pues el Estado tiene la
posibilidad de descontar esa suma de las transferencias mensuales o anuales
que, con cargo a los presupuestos generales, se hacen a la Casa Real. Así que
por ese lado, estén tranquilos, vamos a recuperarlo todo.
El
segundo ejemplo que quiero comentarles hace referencia al seleccionador
nacional de fútbol. La decisión del nuevo presidente de la federación española
me ha parecido de libro; vamos, que no cabía otra, y así debo decirlo.
Y
por último, el caso del ex ministro de cultura, del que confieso que me había caído de pie, quizás por su perfil tan
novedoso y rompedor. Creo que se ha resuelto bien, pero con tal retraso que nos
ha dejado la duda de si el presidente del gobierno quería hacerlo o no; ahí,
Pedro no ha andado fino. La sombra de Montoro es alargada, y el asunto es
importantísimo dado que cientos de deportistas se encontrarán en casos
similares. Ya saben, sociedades que gestionan los ingresos de imagen y cosas por
el estilo. Hacienda anda tras Messi y Ronaldo, por poner los dos casos más
relevantes, aparte del hecho de que Fernando Alonso se haya “exiliado”
fiscalmente. Al despedir al minuto siguiente al ministro de cultura y deporte,
España se ha cargado de razones para ir en busca de esos otros patriotas, tanto
nacionales como extranjeros, o como españoles que viven fuera y no cotizan aquí. Confío que se sepa hacerlo sin más tardanza, por encima de nombres y
cifras.
No
hace falta repetirlo, la contribución es más necesaria que nunca; los que
pagamos estamos hartos.
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