Uno. Don Felipe Juan Froilán de
Marichalar y Borbón, alias “Froilán”, hijo de la infanta Elena,
nieto del rey emérito y sobrino de Felipe VI, acudió con sus
colegas, como tantos chavales de su edad, envuelto en una bandera
nacional, a la manifestación que tuvo lugar en la plaza de Colón, y
en un rasgo de carácter que le honra, propio de su edad, “sin
avisar en casa”.
Hace ya muchos años, cuando las
infantas empezaron a casarse, comenté -no fui el único- que la
mayor desafección hacia la familia real por parte de los que aún
veían con simpatía a la misma, vendría de toda esa generación de
nietos y nietas, primos y sobrinas que darían mucho que hablar, como
es el caso que hoy comentamos.
Pero me equivoqué: no hacía falta
esperar a la tercera generación; ya con la segunda hemos tenido
suficiente, incluido el tener en la calle a un reo de la justicia
condenado a prisión.
Dos. En la inauguración de esa feria
de aparatos electrónicos (Mobile World Congress, que queda mucho
mejor) en Barcelona, hemos podido ver y escuchar a los tres máximos
representantes del Estado, el Rey, el President de Catalunya, y la
Alcaldesa de la ciudad.
Como no podía ser de otra manera (qué
bien queda esta frase!) los tres se saludaron, se dejaron fotografiar
juntos y pronunciaron sendos discursos. La Alcaldesa y el President
resaltaron los valores republicanos, en tanto el Rey dejó claro que
España es hoy una “democracia plena”. Es decir, cada uno en su
papel. Y no pasó nada!
Tres.
Habrá muy pocos españoles que no hayan visto escenas enteras del
juicio por antonomasia; en todas las cadenas y a todas las horas.
Pues bien, a mí lo que más me ha llamado la atención desde el
primer día hasta hoy, es el juez que se sienta a la izquierda del
presidente del tribunal, en segundo lugar, después de uno con el
pelo blanco y antes de la única jueza presente.
Imagino que este juez, lógicamente con la experiencia y los méritos
que sin duda le adornan, habrá pedido formar parte del tribunal
renunciando a sus emolumentos y dietas correspondientes. ¿Por qué
lo digo? Porque el
hombre es enteramente feliz y
mira sonriente a los comparecientes, sean acusados o testigos, como
esperando el siguiente chiste.
Lo que me extraña es que nadie, harto
ya de soportar esa mirada, entre burlona y condescendiente, no le
suelte un “¿se puede saber de qué carajo se ríe usted, señor
magistrado?
Cuatro. El ministro de transportes
egipcio ha dimitido tras la explosión de una máquina en la estación
de Ramsés en El Cairo, que ha dejado más de veinte muertos y
decenas de heridos.
En un accidente de metro en Valencia
en 2006 hubo 43 muertos y 47 heridos; no hubo ninguna dimisión. En
el accidente del Alvia en Santiago de Compostela en 2013 hubo 80
muertos y 144 heridos; dimitió una diputada del PP.
Obviamente, estos países atrasados,
incultos e islamistas, como Egipto, tienen muy extraños hábitos
políticos.
Más de un lector me ha comentado, y con mucho acierto, que en el punto Uno de estas Notas de febrero, al hablar de la familia real, no hago mención alguna al monarca emérito, el cual es seguramente quien más méritos haya hecho en esa competición para ser merecedor de las más agudas críticas.
ResponderEliminarHe de reconocer que hay muchísima razón en esas críticas que se me hacen, pero en mi descargo diré que yo hacía mención al momento en que la familia real comenzaba a aumentar por el casamiento de su segunda generación, sin mencionar las tropelías que el fundador de la dinastía hubiera podido cometer.