Uno.
Las tarjetas sanitarias españolas serán -por fin- válidas en
Madrid. Se acaba así con las tarjetas de desplazados y cualquier
españolito podrá acudir a consulta a cualquier centro de salud
madrileño, e incluso, conseguir sus medicinas en cualquier farmacia
de esa comunidad al mismo precio al que lo haría en la suya propia.
Es decir, lo que se venía haciendo ya en la mayor parte -si no en
todas- las demás comunidades.
Sorprende
que a la capital de la modernidad, la de los grandes experimentos
sociales con la iniciativa privada en cuestiones sanitarias, le haya
costado tanto tiempo poner en marcha una medida a todas luces
necesaria y que no implica mayores dificultades, a poca voluntad de
servicio al ciudadano que se tenga; quizás en esto último haya
residido el retraso.
Porque
para otras cuestiones sus responsables han andado más listos. Por
ejemplo, según se desprende de un informe emitido por el Tribunal de
Cuentas madrileño, aunque suficientemente modificado para hacerlo
más liviano a los ojos de los responsables sanitarios, se observan
una serie de prácticas como multiplicar hasta por séis el importe
de muchas intervenciones quirúrgicas de la Fundación Jiménez Díaz,
en comparación con la misma intervención en un hospital público.
Es decir, cuando las autoridades sanitarias derivaban pacientes a la
sanidad privada, ésta cobraba al erario público hasta séis veces
más de lo que hubiera costado en un hospital de la Seguridad Social.
Estas
prácticas, se han dado bajo los gobiernos de Esperanza Aguirre e
Ignacio González, con Javier Fernández Lasquetty como Consejero de
Sanidad e ideólogo de la privatización sanitaria madrileña.
Actualmente es el jefe de gabinete del candidato Pablo Casado. Ya ven
ustedes lo conveniente que resulta para algunos la sanidad privada.
Si
quieren profundizar en la noticia, pinchen aquí:
https://www.eldiario.es/madrid/Camara-Cuentas-Fundacion-Jimenez-Diaz_0_874562955.html.
Dos.
Descubren en USA que el fallecido cantante y bailarín negro (aunque
hubiera preferido ser blanco), Michael Jackson tenía una propensión
manifiesta hacia los niños.
Eso
es lo que yo llamo perspicacia. Mi más cordial enhorabuena a los
autores del descubrimiento. No se les escapa una.
Tres. Pablo Casado nos recordó que
quizás las mujeres no saben lo que llevan dentro cuando están
embarazadas, por lo que el aborto se sitúa como una amenaza más
ante el invierno demográfico que viene. No se le ocurrió
preguntarse el porqué de la baja tasa de natalidad de las mujeres
españolas, o su tardía llegada a la maternidad.
Como solución, se muestra partidario
de ofrecer blindaje -sea eso lo que sea- a las ilegales o sin papeles
que den su hijo en adopción, aunque ese blindaje no será para toda
la vida. No sea que piensen que por entregar un hijo van a tener la
jubilación asegurada en España.
Cuatro. En el proceso que se sigue en
en Tribunal Supremo, hemos visto cómo el ex presidente Rajoy, la ex
vicepresidenta Soraya Sáez de Santamaría, el ex ministro Montoro, y
sobre todo, el ex ministro del ramo, el señor Zoido, que es el que
más podía saber sobre lo que se le preguntaba, han dado la callada
por respuesta, diciendo que no sabían ni supieron nada acerca del
comportamiento de la fuerza pública en el ejercicio de su función.
Quizás fuera verdad, o quizás fuera lo que el tribunal esperaba, lo
cierto es que no recibieron ninguna reconvención por parte del mismo
tribunal.
En el interrogatorio al que se ha
sometido a un funcionario del gobierno catalán, acerca de un posible
delito de malversación pública, este señor ha contestado también
con evasivas, del tipo, esto no lo sé, o no me acuerdo.
Ya saben ustedes que yo no entiendo de
derecho procesal, pero me ha llamado la atención que el fiscal que
le preguntaba haya puesto una demanda contra él, y el mismo
Presidente del Tribunal Supremo le haya advertido de que tan grave
como no contestar es mentir en las respuestas, pudiendo constituir
ambas actuaciones falta grave a la obligación que todo testigo tiene
de contestar con la verdad a lo que se le pregunta.
Está claro que la justicia es igual
para todos, sean presidentes, ministros, o meros funcionarios
públicos, ¿verdad?
Cinco. Según publica The New York
Times (que
no hablamos de Libertad Digital, Intereconomía u OK Diario)
los dispositivos de seguridad
disponibles en
Boeing, y que hubieran
evitado los dos accidentes de aviación que se han saldado con 346
muertes, se ofrecían como extra, es decir, se cobraban aparte; si
los pagas te los instalan, de lo contrario no. Ahora, en un alarde de
servicio al cliente, ambos sistemas van a ser ofrecidos “de serie”,
así como unas instrucciones específicas en
el manual de vuelo para los pilotos.
Tres
preguntas
parecen
pertinentes:
Primera:
¿Qué
va a pasar con las pólizas de seguros de accidente de los pasajeros
de
ambos percances? Segunda:
¿Se puede impunemente
vender un avión sabiendo que no es del todo seguro, como
los dos accidentes y
la actuación posterior del fabricante demuestran?
Tercera:
¿Están ustedes seguros de querer volar en esas compañías low
cost, que
son las que ahorran (también)
en el precio de coste de sus aviones?
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