miércoles, 25 de marzo de 2020

El coronavirus (4)





Aventuraba yo el pasado día 8 (primer día de esta serie dedicada al virus) que había trazas de que llegara a ocurrir algo como lo que ahora estamos viendo, decíamos que podríamos ver cómo el BCE, la Reserva Federal, el FMI, el Banco Mundial y otros organismos compiten por habilitar fondos ingentes para que algunas industrias imprescindibles puedan sobrevivir y los trabajadores sin empleo cobrar sus subsidios, y mantener así un mínimo bienestar y un consumo. Ya se sabe que las cosas de palacio van despacio, y la toma de decisiones, sobre todo monetarias y en la UE, llevan su tiempo.
Pero el hecho de que se hable de suspender el control del déficit, o se acuñe el concepto de coronabonos, y, sobre todo que personas como De Guindos, un adalid de la ortodoxia bancaria y ahora Vicepresidente del BCE, hablen de una renta mínima de emergencia me parece que nos permiten ser optimistas en estos aspectos tan importantes.
¿Por qué? Pues de un lado, los distintos países europeos pueden activar el gasto preciso sin miedo a que luego venga el BCE con la rebaja por no cumplir los objetivos de déficit; de otro, el acceso a los coronabonos – aunque esto se ve más difícil- supone un fondo para la lucha contra el virus y sus consecuencias; y en tercer lugar, otorgar subsidios para los más necesitados es, cuando menos, algo justo y necesario.

¿Significa esto que yo tuviera información privilegiada o fuera más listo que los demás? Ustedes que me leen saben que no, sobre todo la segunda opción. Pero la historia nos enseña mucho, y hace 90 años, tras el crack del 29, y la Gran Depresión que dejó la economía mundial y especialmente la americana por los suelos, se activó el New Deal del Presidente Roosevelt, que consistió fundamentalmente en la aplicación de políticas sociales, agrícolas y de construcción que por su efecto multiplicador, contribuyeron a salir del bache. Otro ejemplo anterior es la desecación, años antes, de las Lagunas Pontinas, en la Italia de Mussolini, o la construcción de autopistas en la Alemania de Hitler.
Después de la guerra mundial de 39 al 45, Estados Unidos puso en marcha, el Plan Marshall emitiendo cantidades ingentes de deuda que se emplearon para que los países contendientes pudieran iniciar la reconstrucción adquiriendo, eso sí, la maquinaria y los productos necesarios en USA.
Una situación muy parecida se produjo tras el ataque iraquí con Sadam Hussein a Kuwait. Recuerdo, porque lo viví, que las empresas interesadas en la reconstrucción de este pequeño país habían de calificarse como posibles proveedoras ante los organismos americanos, y se organizó ad hoc una feria internacional en Manama, capital de Bahrein. Pero el pescado estaba ya vendido, y los beneficios se los llevaron firmas americanas, en muchos casos creadas para la ocasión, que lograron también grandes contratos en la siguiente reconstrucción que fue la de Irak. No hay que olvidar que toda guerra provoca una reconstrucción que suele ser muy provechosa.

Volviendo a lo que importa, hemos de concluir que el sistema, cuando por distintas razones se ve amenazado, produce mecanismos de defensa que se aplican prestamente. Estas políticas de subsidios que hemos comentado más arriba son el ejemplo claro. Los necesitados son, antes que nada, consumidores, y se hace lo que sea preciso, contraviniendo la ideología y las políticas propias, para que esos consumidores no cesen en su consumo; tiempo llegará para que se lo podamos cobrar. Y así, hasta la próxima crisis.
El sistema capitalista en el que vivimos se basa entre otros principios en que siempre es mejor dejar que el mercado actúe sabiamente y se produzca riqueza, que de esta riqueza ya llegarán las sobras a los pobres. En estas ideas vivimos y por el camino nos hemos encontrado con una industria que antes no existía, que es la industria financiera. Así se ha logrado llegar a una situación como la actual, con la obtención de inmensos beneficios conseguidos a costa de los pobres, que no otra cosa significa la desigualdad. Las enormes ganancias en productividad, a través de la robotización, primero, y de la digitalización después, no han hecho crecer el empleo industrial, sino que esos beneficios de la industria engordan la bolsa del capital, que ya no se sabe ni cuanto tiene ni donde. Pero que, obviamente, no paga impuestos.

Así que ya sabemos que esos subsidios y ayudas de todo tipo que a veces se otorgan no tienen otro fundamento que el descrito. Hoy hemos escuchado al ministro Escrivá decir que el gobierno tiene el compromiso, a futuro, de establecer un ingreso mínimo vital.
Sobre lo que será este ingreso mínimo, la renta general de insercción, vigente ya en varias comunidades autonómicas españolas, y la Renta Básica Universal, volveremos otro día, si les parece.









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