Aventuraba
yo
el pasado día 8 (primer día de esta serie dedicada al virus) que
había trazas de que llegara a ocurrir algo como
lo que ahora
estamos viendo,
decíamos
que
podríamos
ver cómo el BCE, la Reserva Federal, el FMI, el Banco Mundial y
otros organismos compiten por habilitar fondos ingentes para que
algunas industrias imprescindibles puedan sobrevivir y los
trabajadores sin empleo cobrar sus subsidios, y mantener así un
mínimo bienestar y un consumo.
Ya
se sabe que las cosas de palacio van despacio, y la toma de
decisiones, sobre todo monetarias y en la UE, llevan su tiempo.
Pero
el hecho de que se hable de suspender el control del déficit, o se
acuñe el concepto de coronabonos,
y,
sobre todo que personas como De Guindos, un adalid de la ortodoxia
bancaria y
ahora Vicepresidente del BCE, hablen
de una renta
mínima
de emergencia
me parece que nos
permiten
ser optimistas
en estos aspectos tan importantes.
¿Por
qué? Pues de un lado, los distintos países europeos pueden activar
el gasto preciso sin miedo a que luego venga el BCE con la rebaja por
no cumplir los objetivos de déficit; de otro, el acceso a los
coronabonos – aunque esto se ve más difícil- supone un fondo para
la lucha contra el virus y sus consecuencias; y en tercer lugar,
otorgar subsidios para los más necesitados es, cuando menos, algo
justo y necesario.
¿Significa
esto que yo tuviera información privilegiada o fuera más listo que
los demás? Ustedes que me leen saben que no, sobre todo la segunda
opción. Pero la historia nos enseña mucho, y hace 90 años, tras el
crack del 29, y
la Gran Depresión
que dejó la economía
mundial y especialmente la americana por los suelos, se activó el
New Deal del Presidente Roosevelt, que consistió fundamentalmente en
la aplicación de políticas sociales,
agrícolas y de construcción que
por su efecto multiplicador,
contribuyeron a salir del bache. Otro ejemplo anterior
es la desecación, años
antes, de las Lagunas
Pontinas,
en la Italia de Mussolini,
o la construcción de
autopistas en la Alemania de Hitler.
Después
de la guerra mundial de 39 al 45, Estados Unidos puso en marcha, el
Plan Marshall emitiendo cantidades ingentes de deuda que se emplearon
para que los países contendientes pudieran iniciar la reconstrucción
adquiriendo, eso sí, la maquinaria y los productos necesarios en
USA.
Una
situación muy parecida se produjo tras el ataque iraquí con Sadam
Hussein a Kuwait. Recuerdo, porque lo viví, que las empresas
interesadas en la reconstrucción de este pequeño país habían de
calificarse como posibles proveedoras ante los organismos americanos,
y se organizó ad hoc una feria internacional en Manama,
capital de Bahrein. Pero el pescado estaba ya vendido, y los
beneficios se los llevaron firmas americanas, en muchos casos creadas
para la ocasión, que lograron también grandes contratos en la
siguiente reconstrucción que fue la de Irak. No hay que olvidar que
toda guerra provoca una reconstrucción que suele ser muy provechosa.
Volviendo
a lo que importa, hemos de concluir que el sistema, cuando por
distintas razones se ve amenazado, produce mecanismos de defensa que
se aplican prestamente. Estas políticas de subsidios que hemos
comentado más arriba son el ejemplo claro. Los necesitados son,
antes que nada, consumidores, y se hace lo que sea preciso,
contraviniendo la ideología y las políticas propias, para que esos
consumidores no cesen en su consumo; tiempo llegará para que se lo
podamos cobrar. Y así, hasta la próxima crisis.
El
sistema capitalista en el que vivimos se basa entre otros principios
en que siempre es mejor
dejar que el mercado actúe sabiamente y se produzca riqueza, que de
esta riqueza ya llegarán las sobras a los pobres. En estas ideas
vivimos y por el camino nos hemos encontrado con una industria que
antes no existía, que es la industria financiera. Así se ha logrado
llegar a una situación como la actual, con la obtención de inmensos
beneficios conseguidos a costa de los pobres, que no otra cosa
significa la desigualdad. Las enormes ganancias en productividad, a
través de la robotización, primero, y de la digitalización
después, no han hecho crecer el empleo industrial, sino que esos
beneficios de la industria engordan la bolsa del capital, que ya no
se sabe ni cuanto tiene ni donde. Pero que, obviamente, no paga
impuestos.
Así
que ya sabemos que esos subsidios y ayudas de todo tipo que a veces
se otorgan no tienen otro fundamento que el descrito. Hoy hemos
escuchado al ministro Escrivá decir que el gobierno tiene el
compromiso, a futuro, de
establecer un ingreso
mínimo vital.
Sobre
lo que será este ingreso
mínimo, la renta general
de insercción, vigente
ya en varias comunidades autonómicas españolas, y la Renta
Básica Universal,
volveremos otro día, si les parece.
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