sábado, 28 de marzo de 2020

El coronavirus (5)

Dedicado a Inés y Nagore, mis enfermeras favoritas.



Como decíamos ayer (que dijo Unamuno parafraseando a Fray Luis de León), trataremos hoy de dar unas someras explicaciones sobre los distintos mecanismos de ayuda social, comparándolos con la Renta Básica Universal.
Vaya por delante que en la anterior entrada cometí un error de bulto, cosas de la edad, quiero suponer, cuando escribí renta general de inserción, en vez de Renta de Garantía de Inserción. Ustedes sabrán disculparme.

Y ya que estamos, empezaremos a explicar qué es esa Renta de Garantía de Inserción, en adelante RGI.
Seguro que todos hemos escuchado de boca de familiares, amigos y vecinos esa historia tan extendida que explica que los marroquíes (sobre todo) en cuanto llegan a Euskadi, reciben una casa, un sueldo, e imagino (aunque esto sea cosecha de mi caletre) una rubia despampanante para su solaz. Con estas condiciones económicas, pueden, de vez en cuando, viajar a Marruecos y llevar a la, o las otras mujeres que tienen allí, más su respectiva prole, ropas y ayuda en metálico que con el coste de vida marroquí les permite vivir como príncipes. Y mientras, aquí, nosotros rompiéndonos el espinazo para que esos moros vivan como señores -esto sería el corolario de estas historias.
Pues bien, la RGI vasca, que miméticamente o con algunas diferencias funciona en otras comunidades autónomas españolas, y que entiendo que es algo parecido a lo que el ministro Escrivá se refería, como señalábamos en el aludido comentario, es un sistema al que solo se pueden acoger ciudadanos españoles, o extranjeros, pero que lleven un mínimo de tres años de residencia en la comunidad documentalmente demostrable. Sin esto no hay ayuda ninguna.
La RGI trata de ayudar a los individuos y/o las familias, con trabajo o sin él, que no alcanzan a cubrir el mínimo vital preciso.
Sabemos todos que en las sociedades capitalistas modernas podemos distinguir a los que no tienen trabajo y/o han agotado el subsidio de desempleo, de otros que aún teniendo un trabajo no ganan lo suficiente, por la escasa jornada o, las más de las veces, por el escaso jornal. Estos son los que se llaman trabajadores pobres, término muy nuevo y en contraposición a los trabajadores, digamos clásicos, de antes de los tiempos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, es decir, los tiempos felices de la socialdemocracia.
A este respecto es bueno hacer una parada y preguntarse cómo es posible que en esa época feliz, los trabajadores pudieran llevar a casa un salario digno, hubiera pleno empleo, y cada uno pudiera alcanzar una vida mejor que la de sus padres, y en cambio ahora sea todo lo contrario, y aparezcan estos trabajadores pobres, que hemos señalado. Piensen, piensen en ello.

Volviendo a la RGI, podemos señalar que actualmente la cobran 52.000 familias que suponen 93.000 personas, de las cuales 22.000 son extranjeras, y significa para las arcas vascas un gasto de 425 millones de euros, suponiendo algo menos del 4% del presupuesto total del Gobierno Vasco, menos aún de lo que esas mismas personas representan sobre el conjunto de la población vasca. Ha tenido cifras mayores en lo peor de la crisis. Y por hablar de todo ha habido algunos episodios de, digamos, uso indebido, por decirlo suavemente, pero en todo caso no ha llegado a ser una gota en el oceano si lo comparáramos con  el dinero que perdemos por aquellos que no pagan sus impuestos, o pagan menos de lo que deben. 
Si desean tener una información más completa y pormenorizada, está disponible en Internet, y siguiendo con las preguntas, debemos preguntarnos cómo es posible que ante tal transparencia informativa, bulos como el que hemos descrito al inicio se transmitan y calen en la ciudadanía.

Y como hemos alcanzado ya suficiente dimensión para un solo día, dejaremos, con su permiso, el análisis de la RBU para la próxima entrada.









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