Que
no estamos bien considerados por parte de los países del norte de
Europa es algo que ofrece muy pocas dudas. Hay aparte, claro está,
del desconocimiento, variados motivos como - podríamos señalar, que
no dar valor-, nuestro pasado anclado en una dictadura que pareciera
que aún colea, un atribuido espíritu de juerga permanente y poco
amor al trabajo, similar al que todos tenemos respecto a ciertos
países tropicales, en fin, ese tipo de cosas. Por supuesto, a esa
desconsideración que hemos de soportar no le damos ninguna validez.
Bien sabemos nosotros lo que trabajamos, lo que ganamos, los
impuestos que pagamos, lo que nos cuesta la vivienda, nuestras
limitadas sanidad y sistema educativo, lo exigua de nuestra pensión,
...¿entonces? ¿Por qué no nos consideran como creemos que nos
merecemos?
Pensemos
cómo ven ellos su situación y cómo la comparan con la nuestra. Y
lo que ven es que sufren una presión fiscal sensiblemente mayor que
la nuestra y eso les hace ver una ventaja en nosotros que realmente
no existe. Y pensarán que ya está bien de tener que ayudar a esos
“europeos” del sur, que no trabajan, que están todo el día de
juerga cuando no recuperándose en la siesta antes de levantarse para
ir a los toros, bailando, cantando, bebiendo y comiendo pinchos. Sí,
compramos sus Mercedes, BMW´s, Audi´s, y Porsche´s en mayor
proporción que ellos, que solo faltaría que solo compráramos
marcas chinas o coreanas. Pero que ya es hora de que hinquemos el
codo, que ajustemos nuestros presupuestos y dejemos de chupar del
bote, y seamos países serios como lo son ellos. Esto es lo que
vienen a pensar de nosotros; cada uno de nosotros sabe en qué llevan
razón y en qué no. Pero por si no lo tenemos suficientemente claro,
conveniente será decir una vez más que el valor medio de la presión
fiscal española – lo que pagamos como país a nuestra propia
Hacienda- medida en términos de PIB, es según fuentes entre un 5% y
un 9 % menor de lo que pagan esos europeos del norte; que nuestro
nivel de evasión fiscal es más alto que el suyo; que lo mismo
podemos decir de nuestro índice de corrupción. Hasta aquí tienen
mucha razón y no hemos de ser tan cenizos como para no verlo. Y
claro está, así es difícil, por no decir imposible que nuestra
hacienda tenga mayores ingresos y que sea capaz de invertir en
sanidad pública, en educación, en ciencia o en infraestructuras.
Ante una situación como la que encaramos en la actualidad, este
panorama no puede más que agravarse. Y de ahí, la necesidad de que
Europa nos considere a todos como una parte del conjunto.
Pero
no hay que llamarse a engaño. Nos miran con recelo y no les falta
razón. Porque si ajustamos la lupa y miramos con más detalle
podremos descubrir quienes de nosotros somos los que pagamos menores
impuestos. ¿Las clases trabajadoras y medias? ¿los autónomos? ¿las
pequeñas y medianas empresas?...Obviamente no. Es en las rentas más
altas, en el tipo efectivo que pagan las grandes empresas donde se
nos van los ingresos – por varios y variados mecanismos, legales e
ilegales- que permitirían en un medio plazo equilibrar los
presupuestos como los equilibran las economías del norte de Europa;
no hay otro misterio, ni hay otra receta; para que además tengamos
que soportar la desfachatez de quienes así actúan tratando de
representar la genuina manera de ser español.
Lo
último que estamos conociendo estos días es que Europa pretende que
las ayudas del fondo europeo para la Reconstrucción que se negocian
ahora se concedan para proyectos que cada país ha de presentar y el
Fondo aceptar. ¿Por qué? Muy sencillo, porque temen que recibamos
el dinero y lo empleemos en otros menesteres distintos, en proyectos
que no se realizan tal como venían redactados, y otros artilugios
fiscales en los que una parte importante de nuestro tejido
empresarial es especialista. Es decir, que sabiendo lo que
necesitamos y la justicia de esa necesidad, lo que quieren es estar
seguros del destino de las transferencias, en parte a fondo perdido.
¿Seguiremos
pensando que nos tienen envidia?
Muy buen planteamiento y reflexión.
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