Bien,
espero que puedan verlo suficientemente claro. Tenemos un banco sobre
un paseo. En el banco, depositados de cualquier manera, unos trapos
blancos y una botella de agua. En el suelo, más agua, unas
zapatillas de mujer y un recipiente de plástico. Y para completar la
escena, un carro de supermercado cargado hasta los topes y cubierto
con una toalla.
Eso
son las pertenencias de alguien que se ha apropiado del banco. El
lugar, la Avenida del Papa Luna, en Peñíscola, Castellón,
Comunidad Valenciana, frente a la playa y de espaldas al Hotel Papa
Luna. Por las personas que vienen al fondo de la imagen, podemos
calcular la anchura del paseo, que es el más concurrido de este
enclave vacacional en busca de la Excelencia Turística, paseo que
debe albergar algunos bancos, permitir que la gente deambule
cómodamente, cosa para la cual no está diseñado, y que
hasta hace muy poco tiempo había de soportar
el paso de bicicletas más algún mantero.
De modo que ya pueden hacerse una idea. Pero lo verdaderamente grave y lo que me ha movido a traer esta imagen y su comentario, es que, al menos que yo sepa, esto viene sucediendo por espacio de una docena de días, que son los que yo he estado por ahí.
Porque, aunque no siempre en el mismo banco pero sí en el mismo paseo, he podido ver esas pertenencias, a distintas horas. Y una de las veces, dormida, la dueña de las mismas, una mujer metida en años y, para su desgracia, con la huella de la vida en la calle.
Y me pregunto cómo es posible que si yo, y los cientos de personas que han pasado por el lugar hemos sido testigos, no lo haya visto ningún guardia municipal, ningún cobrador de tasa de aparcamiento – ah, claro, que es una empresa privada-, ningún concejal ni tampoco el alcalde, a quién yo si vi ataviado de hacer deporte a unos doscientos metros de ese banco.
Puedo imaginar que esa mujer sea reacia a dejar esa vida que lleva, que no tenga vivienda propia ni ingresos, pero es, ante todo, una persona a la cual no se le puede dejar a su albur. No por el espectáculo que ofrezca, sino por ella misma, por su condición de miembro de esta sociedad en la que vivimos. Y quizás el Ayuntamiento no tenga un lugar donde atender a estos desheredados - por las causas que sean- pero lo tendrá la Diputación. Cualquier entidad pública, pero también privada, que no se debe permitir el lujo de dejar que haya personas que se deterioren de esta manera. Porque son eso, personas, como los que afortunadamente tenemos mejores condiciones de vida. Es lo único que nos diferencia.
Yo
he visto en distintos países personas muertas en plena calle, y
nunca pensé que eso pudiera verlo en España. Sí, en esta España
del himno y la bandera. Eso es un fracaso para cualquier sociedad. Un
fracaso para todos los españoles, para los que se vanaglorian de
algo que es accidental como el lugar de nacimiento y para los,
españoles también y, a menudo, más que los otros, que no tenemos
esa forma de ver las cosas. Vemos a los homeless en las
ciudades americanas, pero eso no es un avance social; todo el mundo
debe disponer de un techo y un sustento. No nos acostumbremos a
verlo, como vemos las condiciones en las que viven los temporeros que
trabajan en la agricultura española para que la fruta nos resulte un
poco más barata.
Sencillamente
no se puede consentir.
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