domingo, 13 de septiembre de 2020

Jorge, el ministro

 




Me temo que ustedes, queridos lectores, se van a hartar con el caso kitchen, que como todo el mundo sabe quiere decir cocina en inglés. Cocinar, aparte de preparar los alimentos para no comerlos crudos, tiene otro significado por extensión, cual es el de preparar otras cosas no necesariamente alimenticias, pero que nos pueden dar de comer, al menos por un tiempo.


Jorge Fernández Díaz, hijo de un coronel de la Guardia Civil con mando en plaza (Barcelona) cursó estudios de ingeniería y casó con mujer relacionada con Mallabia, Vizcaya, cosa que no muchos mallabitarras conocerán. Esto es pura anécdota, como también lo es el hecho de que él naciera en Barcelona. Educado en esa familia poco puede extrañarnos que optara por una salida profesional que poco tenía que ver con la ingeniería. De modo que militó en UCD, Alianza Popular y, finalmente, en el Partido Popular, bahía en la que todas las aguas de esas corrientes remansaron.


En lo personal se dice que en Las Vegas, Nevada, se cayó del caballo, como San Pablo, tras una revelación que, se supone, no tendría nada que ver con el juego. Sea como fuere, el Opus Dei le acogió en su seno, o quizás vio en él terreno donde afianzar su poder y obtener réditos más adelante, ya me entienden, posibilidades de cocinar o “afinar” algo en un momento dado. Por el camino, él iba haciendo su carrera política hasta que llegó a ministro, cargo nada despreciable.


Y en esta etapa se produjeron los hechos por los que ustedes se van a hartar de semejante personaje. Mis amigos creyentes estarán carcomidos por la rabia, sin entender que haya gente de un proceder radicalmente tan opuesto a los ideales de su fe, mientras se hacen fotografiar en actitudes orantes, que uno no sabe si en ese momento está rezando a su Dios o está tramando como perjudicar a sus adversarios políticos aunque ello incluya la calumnia, la difamación o la injuria. Sé muy bien que esos amigos creyentes de quienes les hablo no pueden entenderlo ni lo entenderán nunca, así como el hecho de que la jerarquía de esa Iglesia que conspira al unísono con personajes como nuestro Jorge, permita que en el siglo XXI se concedan, por su intersección, medallas por no sé qué mérito a la Virgen de los Dolores o a la de Archidona, población, que con todos los respetos es más conocida que por su virgen por otro hecho que no viene a cuento referir aquí.


Me pregunto, también, si debiera ser llamado a declarar su confesor, su director espiritual, su coacher, o como se diga ahora, pues resulta obvio que puede estar enterado de lo que Jorge haya hecho, y por mucho que nos digan que el secreto de confesión justifica el silencio, algún día habrá que revisar ese tipo de milongas.


Pero dicho todo esto, bien seguros podemos estar de que la presunción de inocencia, primero, y la falta de pruebas después, que para eso tenemos una justicia totalmente independiente del poder ejecutivo, como sabemos todos, dejará este asunto en agua de borrajas.


Además, y esto es demostrable, Casado era, en aquellos momentos, solamente un joven diputado por Avila.



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