Bien, he de continuar con Lucas; miedo me da su reacción, pero si quiero que siga explicándome este asunto de la propiedad, no tengo otra solución. Veamos.
- ¿Lucas? Soy yo otra vez.
- ¿Y qué quieres?
- Hombre, ya sabes, que continúes ilustrándome sobre el derecho a la propiedad.
- ¿Hasta donde tú quieras, como la otra vez?
- En serio, es que no podía continuar, ya te lo dije.
- Y ahora, ¿vas a poder?
- Te lo prometo.
- Veremos. Una pregunta: ¿Qué te pareció lo de arrebatar fincas y conventos a la iglesia?
- Fuerte, ¿no?
- ¿Fuerte? Pues sucedió hace doscientos años. Y no se hundió el mundo. Ni España. Ni había comunistas por aquél entonces. Aparte de que la operación conviniera al Estado y a ciertos estamentos sociales, el nuevo concepto del liberalismo fue adelante con la idea sin pensárselo dos veces.
- Pues tienes razón, tuvieron agallas.
- Y ahora mismo, doscientos años después como te digo, nos encontramos con que los monjes del Valle de los Caídos siguen celebrando misas en el aniversario del glorioso alzamiento nacional, y el obispo de Palma de Mallorca litiga con unas monjitas que residen en un convento que legalmente pertenece al obispado tras un proceso de inmatriculación, siguiendo la ley que promulgó aquél presidente.
- Quién, ¿Franco?
- No hombre, un hijo ideológico suyo, el que se llama Aznar.
- Pero Lucas…
- Y por el otro lado, en el convento que es de clausura, ante la escasez de vocaciones, hay monjitas traídas de otros mundos. Al parecer, esa clase de inmigrantes pueden venir, son admitidos, los otros no.
- Joder, Lucas, tienes para todos.
- Es que hay para todos, eso es lo que pasa. ¿Te has parado a pensar, ya que has citado el nombre de aquél general gordito, de voz atiplada, en su política de construcción de pantanos y regadíos? El Estado expropiaba terrenos y montes, construía la presa, si había aprovechamiento hidráulico iba en beneficio de una empresa eléctrica, y aguas abajo se construían los canales para regadío en beneficio de los terratenientes que tanto habían sufrido durante la guerra incivil. Siempre ha sido igual. Fíjate que aún en los albores de este siglo que vivimos había terratenientes, algunos de alta alcurnia, que cobraban con la aquiescencia del gobierno español una subvención de la Política Agraria Común europea por cultivar lino cuando en realidad tenían las fincas en barbecho. Eso sí, con profusión de banderas rojigualdas; a españoles no les gana nadie.
- Hombre, Lucas…
- Es que es así querido. Ahora se trata de cultivar hasta en terrenos colindantes con Doñana, pero con el agua del Parque, claro está. Pero no pienses que fuera de España no pasa nada. Mira en USA, por ejemplo, los terratenientes perciben una subvención estatal imprescindible para que su actividad alcance los beneficios mínimos. Así ellos pueden exportar por doquier, haciendo una competencia desleal a los agricultores de países pobres que no reciben subvención alguna. Y a esto se le llama libertad de mercado y defensa de la competencia. Yo cuando voy a comprar garbanzos al súper, por ejemplo, miro de dónde vienen. Y si son americanos sigo buscando. Pero mira también el caso de Argentina: como la cosa está como está, el gobierno argentino grava con un impuesto especial del 33% la exportación de grano, principalmente soja, para tratar de nivelar sus cuentas. No les discuten la propiedad pero les meten un buen bocado, ¿qué te parece?
- Escucha Lucas, me parece muy interesante lo que me estás contando, pero es que tengo que ir a recoger a mis nietos a la salida del cole, y no quiero que te enfades conmigo. Te propongo que paremos aquí y yo vuelvo a llamarte en cuanto pueda, que seguro que tendrás más curiosidades que contarme. ¿Qué te parece?
- Bueno, siendo así, conforme. Pero mira, para acabar del todo dame dos minutos, solo dos minutos. Sabrás que según Estrabón, geógrafo romano, en su época, hace dos mil años, una ardilla podía cruzar toda la península ibérica de rama en rama. ¿Sabes porqué ahora no podría? Porque tras la desamortización, los nuevos propietarios talaron bosques y bosques para recuperar la inversión. ¡Hala! Vete a cuidar tus nietos. Y llámame cuando me necesites.
- Lo haré, lo haré. Hasta luego, Lucas.
(continuará)
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