Vivimos en un país con algunas ventajas y bastantes carencias; entre las primeras cabe señalar aquellas que reflejan el crecimiento del PIB o el de los datos económicos con cierto mantenimiento de los precios, el crecimiento del empleo masculino y femenino, la exportación, etcétera. Por el otro lado, tenemos la pésima distribución de la riqueza o el sangrante problema de la vivienda, con herencias como la que nos dejó la esposa del gran presidente José María Aznar, aquella que vendió al pié de 1,800 viviendas sociales construidas por el Ayuntamiento de Madrid para alquilar a familias de renta baja y que hubieron de pagar una renta mucho mayor o fueron expulsadas de sus pisos, los cuales cedió en unos 65,000 euros y valorados hoy en unos 150,000 euros cada uno para que el fondo Blackstone pudiera hacer un suculento negocio a costa de los españoles. No consta que ella se quedara con una parte del pellizco; ustedes piensen lo que quieran.
Estos y otros negocios, más grandes o más chicos, se han repartido por el suelo español con la particularidad de que sus beneficiarios pertenecen a unos españoles amantes de la Constitución – que celebramos hoy precisamente – son fieles devotos de la Iglesia Católica, ésa que registra a su favor todos los bienes raíces sin escritura que encuentra por la piel de toro y sin necesidad de arrepentimiento ninguno.
Viene todo esto a cuento de los meses que venimos sufriendo de algo que se me ocurre llamar “la culpa del telediario”. Me explico: Todos los programas de televisión nos mantienen diariamente informados (si esa lata es información) del devenir de denuncias llevadas a cabo por un partido muy popular sobre asuntos relacionados con el otro partido, con la particularidad de no aportar pruebas fehacientes del delito que se denuncia. La concomitancia de este hecho con la complicidad de una casta judicial, a la que siempre le van a parar estos asuntos, lleva a la realidad de que pasen meses y meses sin que se avance en los casos, no se demuestre lo que se denuncia y haya cada día más casos, y así hasta el infinito o las próximas elecciones. Y diariamente aguantando las mismas historias, que ya no sabemos si este caso va contra este ministro o contra el anterior.
Yo no tengo nada que ver con el citado partido popular (Dios me libre) ni con el acusado de ser el toro que mató a Manolete, pero si esto no va a tener fin, tanto el fenómeno en su totalidad como cualquiera de los casos, tendré que maldecir haber nacido en este país de pandereta.
Muy bueno,comparto tu desasosiego y rabia,que logras manifestar con una gran elegancia.
ResponderEliminarGracias, Anónimo, por tu comentario.
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