Ellos eran unos cincuenta; más
que nosotros. Nosotros permanecíamos de pie, como habíamos entrado; ellos
sentados, unos en sillas, otros en sillas de ruedas, y los más, dormidos,
algunos con la boca abierta. Mi compañero me dijo: ¿sabes lo que más aprecian
los presos? Dormir, poder dormir, es en esos momentos cuando son libres,
mientras están despiertos son vigilados, exigidos, golpeados, no son ellos
mismos; nunca se debe despertar a un preso, sus sueños les reflejan a sí mismos
y entonces son felices, libres. Es como con los niños pequeños, le contesté.
Pues sí, eso mismo diría yo, me dijo. Dormidos, reflejan en sus caritas toda su
felicidad, sonríen, hacen gestos de alegría e incluso antes de despertarse se
les nota en la cara que no les gusta la transición, y según lo que reciben en
la primera mirada incluso rompen a llorar por la pérdida de su sueño.
Me fijé en uno bien vestido
que dormía con la boca abierta. Le dije a mi compañero: ese está muerto. No
despierta ni cuando cantamos, por mucho ruido que hagamos; No, a veces la abre
y otras la cierra, pero no se despierta, se pasa todo el tiempo dormido, y
supongo que también la noche, pero imagino que siempre en una inconsciencia
total. Pues fíjate qué plan, lo mismo que estar muerto, le contesté.
Una mujer sonreía sobre una
silla de ruedas, estaba muy cerca de nosotros y seguía alguna canción, las de
Pablo Sorozábal, sobre todo. En un momento dado su rostro se oscureció y
arrancó a llorar. No quería hacer ruido, lloraba en silencio vertiendo unas
lágrimas. Daba mucha pena verla. Enseguida se acercó una de las asistentas, o
como se llamen, la acarició, rompió a llorar decididamente y permanecieron
fuertemente abrazadas durante unos minutos. Eran como una abuela con su nieta.
Aquella mujer estaba despierta, la emoción de las letras y de la música, que
ambas le alcanzaban, habían penetrado en lo más hondo de su ser. Nos
preguntamos qué diablos hacíamos nosotros allí.
Ya afuera arrancamos a hablar
de esa situación que, a no tardar mucho, nos llegará a nosotros. Recordé que
hace ya cuatro o cinco años que se aprobó la ley de la Eutanasia. Mi compañero,
más ducho que yo en estas cuestiones me contestó que para asegurarse de que te
vas a morir hay que dejar bien claro que rechazas que te hagan una traqueotomía
pues podrían mantenerte despierto un tiempo hasta que te recuperes y, claro
está, esa no es la idea. Así que concluimos que hay que andar listo si no
quieres arriesgarte a formar parte de lo que vimos, esperando un sábado por la
mañana que venga una coral a cantarte milongas y tú sentado en una silla sin
ser dueño de ti.
Aunque los de la coral no
tengan la culpa.
Pd.: Un miembro de la coral sufrió un desmayo por el exceso de calor.
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