viernes, 27 de enero de 2012

Cuentos de campanario

Ya saben ustedes, que me conocen bien, que no me gusta hablar de la Iglesia, pero es que se pone tan a tiro que es dificilísimo vencer la tentación y, claro, la carne es débil…Viene esto a cuento de un par de sucedidos en los últimos días, uno en España, en Italia el otro.
El de Italia ha tenido lugar en la desgracia del Costa Concordia, que todo hay que decirlo, si ese naufragio llega a ocurrir en España nos hubieran puesto a caldo en medio mundo. Resulta que un párroco de un pueblo italiano consideró que él también se merecía un crucero, pero no le pareció oportuno decírselo a sus feligreses –la noticia no menciona si también engañó a su obispo, lo cual será más grave, digo yo- y en cambio, les dijo que se iba de ejercicios espirituales, cosa que debe ser muy propia de los curas, aunque nadie entienda en qué consiste. El caso es que, como ya se estarán imaginando ustedes, el crucero era en el barco mencionado arriba y sucedió lo que sucedió.
La noticia llegó al pueblo en cuestión porque una chica comunicó, vía Facebook a algún allegado, que felizmente estaban a salvo en tierra, ella misma, su abuela y su tío Massimo, que así se llama el párroco.
Este caso me ha traído a la memoria el chascarrillo, que a mí me contó un sacerdote, de que a los curas todo el mundo les llama padre, menos sus hijos que les llaman tío. ¿Estaremos ante el mismo caso?
El asunto español versa sobre las declaraciones del arzobispo de Valladolid -ése al que Arzallus, uno de los padres putativos del nacionalismo vasco e hijo pródigo de la Compañía de Jesús se refirió como un tal Blázquez-  sobre la poca idoneidad de la Vicepresidenta del gobierno español para pronunciar el pregón de la Semana Santa vallisoletana, dado que no está casada por la Iglesia.
Y, hombre, entre la tormenta de comentarios que el asunto ha suscitado, al que suscribe le parece que al prelado le sobran razones. Una, porque no se trata del pregón de la primavera, por ejemplo, sino de una fiesta religiosa católica y ahí, digo yo, que la Iglesia tendrá algo que decir. Primero porque no somos un país laico, donde los católicos tendrían el mismo derecho a hablar que los amantes de la papiroflexia, pongo por caso, sino que sin ser un país confesional somos lo más parecido a eso y tenemos un Concordato que confiere a la Iglesia Católica notorios derechos que no tiene ningún otro credo. Otra, porque éstos del PP parecen muy catolicones, pero primero se declaran en contra del divorcio y, a la que pueden, se divorcian una y más veces. ¿No recuerdan, recién alcanzado el poder, en 1996, una foto de Aznar, Rato y Pedro Jota, en el molino del banquero, viendo pasar la procesión? De los tres, uno sigue casado con la misma y no se le conocen otros líos, otro está separado de su santa y el tercero, ¡pues qué quieren que les diga…!
Y, por ejemplo, su secretaria general a la que le gusta lucir mantilla y palmito en las procesiones fue madre soltera por medios conceptivos de dudosa legitimidad católica.
Y qué decir precisamente del alcalde de esa misma ciudad castellana. Es de suponer que a él, que habló soezmente de los labios de una ex ministra socialista, le habrán reconvenido para que no diga nada de los de su paisana la vicepresidenta, que notoriamente los tiene más abultados.
¡Ah, sepulcros blanqueados…!

2 comentarios:

  1. Buenos días,

    un buen artículo para empezar el día.

    En relación al segundo caso... tiene usted mas razón que un santo! Ya se sabe que la Iglesia y muchos de los que se llenan la boca con la fe, etc... son más bien de "a Dios rogando y con el mazo dando".

    Saludos.

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  2. Bueno, eso de con el mazo dando creo que hay que cambiarlo ahora por "y el bolsillo llenando", cosa que parece el único objetivo. Por ejemplo, la secretaria general percibe un sueldo como tal, otro como presidenta de autonomía y creo que otro como parlamentaria. Y Rato debe de estar cobrando una buena tajada en Bankia, razón por la que peligra la absorción de esta entidad por otra mejor gestionada, lo cual está retrasando la nueva reestructuración del sector financiero. Nadie quiere perder sus prebendas.

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