Los antiguos griegos -ya saben, esos antepasados nuestros- grababan en un trozo de terracota el nombre de aquellos conciudadanos a los que querían -democráticamente, eso sí- desterrar de la "polis" por una temporada. La palabra procede del nombre que le daban a las conchas o caparazones de tortuga, por su similitud con los fragmentos de vasijas de barro donde escribían el nombre del desgraciado.
Desde que se constituyó el actual gobierno que disfrutamos no hemos tenido noticias de Esteban González Pons, uno de los que alegraban nuestras vidas en sus comparecencias como portavoz de la buena nueva.
¿Por qué nos privan de su fluido verbo y su sonrisa florida?
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