Rajoy
apoyó, con ese espíritu decidido, entusiástico y desenvuelto que le
caracteriza, la campaña de su correligionario político griego, Antoni Samaras,
con ocasión de la campaña para las elecciones de aquél país del pasado 25 de
enero. No sé si la mala fortuna o los nuevos vientos políticos proporcionaron a
ambos unos malos resultados en sus respectivos y subsiguientes encuentros
electorales. Entonces, Rajoy, encontró, en Syriza, un nuevo espantajo al que vapulear.
Ahora el referéndum por el No del domingo pasado le ha supuesto un nuevo golpe
bajo, tras haberse referido al binomio Syriza-Podemos como el causante de todos
los males presentes y pasados, tanto de Grecia como de España.
Pero
si la perseverancia en castigar a los griegos diera con ellos fuera del euro
–como algunos prefieren-, parece que alguien, de dentro o de fuera, y yo
me inclino más por la segunda posibilidad, ha debido advertirle en el sentido
de que, si cae Grecia, puede que las cosas no acaben ahí, el siguiente en caer sea
Portugal, y luego España, y Rajoy no quiere pasar a la historia como el
presidente de un gobierno que dejó a España fuera de Europa, presa de la avidez
recaudatoria de las grandes bandadas de buitres internacionales.
Es
precisamente Varoufakis, el ex ministro de economía griego, ahora bautizado por
sus adversarios como Varoufucker –yo lo traduzco como tocapelotas - quien en su El Minotauro
Global, nos recuerda como el EEUU de la postguerra apostó por Alemania y
Japón, sus encarnizados enemigos de la gran contienda para convertirlos en
grandes países industrializados, más si cabe de lo que eran antes del
conflicto. Las sumas de dinero que permitieron esto se quedaron pronto pequeñas
ante las grandes remesas de fondos en sentido contrario, que alumbraron el
inicio de la era del Minotauro. Está claro que Grecia, esa pequeña península de
los Balcanes, nada tiene que ver, desde el punto de vista industrial, con lo
que eran las potencias del eje –ya nos lo repite Rajoy como un mantra: España
no tiene nada que ver con Grecia-, pero bien pudiera ser que desde USA se
vieran las cosas con otra perspectiva. La presión que ejerce Rusia sobre el
flanco oriental de Europa se acentúa lenta pero inexorablemente, y la necesidad
logística de China (la gran potencia que se avecina) es creciente: no olvidemos
que, aparte de El Pireo, Grecia tiene algo que la hace única: la mayor flota
mercante del mundo, y aunque sea propiedad de menos de media docena de
armadores, podría ser un bocado apetecible para el nuevo imperio oriental. Por
consiguiente, aunque Grecia sea un pequeño país, tiene cierta posición
geoestratégica y también cierto potencial militar, por cierto causante, en
parte, de su desgraciada situación. Y hay quienes ven en el cambio de postura
del FMI acerca de una reestructuración de la deuda griega, el interés
estratégico de Obama para que Grecia se mantenga en las filas europeas.
Porque,
por otra parte, de los estrategas de
Bruselas se puede esperar cualquier cosa. Resumiendo. ¿Quién ha aconsejado a
nuestro presidente ese atisbo de benevolencia para con Syriza-Podemos? ¿Quién
le hará comulgar con esas ásperas piedras de molino tanto como para retractarse
–no es que a él le cueste mucho rectificar, desde luego- y renunciar al ataque
inmisericorde contra los venezolanos de Podemos-Syriza? ¿O podrá seguir sus
naturales instintos? Ese es el dilema
que Rajoy tiene hoy, dos días después del referéndum, ante sí. Y es que, lo
quiera o no, está condenado a convocar elecciones. ¿Por dónde saldrá este
hombre?
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