miércoles, 8 de julio de 2015

El dilema de Rajoy







Rajoy apoyó, con ese espíritu decidido, entusiástico y desenvuelto que le caracteriza, la campaña de su correligionario político griego, Antoni Samaras, con ocasión de la campaña para las elecciones de aquél país del pasado 25 de enero. No sé si la mala fortuna o los nuevos vientos políticos proporcionaron a ambos unos malos resultados en sus respectivos y subsiguientes encuentros electorales. Entonces, Rajoy, encontró, en Syriza, un nuevo espantajo al que vapulear. Ahora el referéndum por el No del domingo pasado le ha supuesto un nuevo golpe bajo, tras haberse referido al binomio Syriza-Podemos como el causante de todos los males presentes y pasados, tanto de Grecia como de España.
Pero si la perseverancia en castigar a los griegos diera con ellos fuera del euro –como algunos prefieren-, parece que alguien, de dentro o de fuera, y yo me inclino más por la segunda posibilidad, ha debido advertirle en el sentido de que, si cae Grecia, puede que las cosas no acaben ahí, el siguiente en caer sea Portugal, y luego España, y Rajoy no quiere pasar a la historia como el presidente de un gobierno que dejó a España fuera de Europa, presa de la avidez recaudatoria de las grandes bandadas de buitres internacionales.
Es precisamente Varoufakis, el ex ministro de economía griego, ahora bautizado por sus adversarios como Varoufucker –yo lo traduzco como tocapelotas - quien en su El Minotauro Global, nos recuerda como el EEUU de la postguerra apostó por Alemania y Japón, sus encarnizados enemigos de la gran contienda para convertirlos en grandes países industrializados, más si cabe de lo que eran antes del conflicto. Las sumas de dinero que permitieron esto se quedaron pronto pequeñas ante las grandes remesas de fondos en sentido contrario, que alumbraron el inicio de la era del Minotauro. Está claro que Grecia, esa pequeña península de los Balcanes, nada tiene que ver, desde el punto de vista industrial, con lo que eran las potencias del eje –ya nos lo repite Rajoy como un mantra: España no tiene nada que ver con Grecia-, pero bien pudiera ser que desde USA se vieran las cosas con otra perspectiva. La presión que ejerce Rusia sobre el flanco oriental de Europa se acentúa lenta pero inexorablemente, y la necesidad logística de China (la gran potencia que se avecina) es creciente: no olvidemos que, aparte de El Pireo, Grecia tiene algo que la hace única: la mayor flota mercante del mundo, y aunque sea propiedad de menos de media docena de armadores, podría ser un bocado apetecible para el nuevo imperio oriental. Por consiguiente, aunque Grecia sea un pequeño país, tiene cierta posición geoestratégica y también cierto potencial militar, por cierto causante, en parte, de su desgraciada situación. Y hay quienes ven en el cambio de postura del FMI acerca de una reestructuración de la deuda griega, el interés estratégico de Obama para que Grecia se mantenga en las filas europeas.
Porque, por otra parte, de los estrategas de Bruselas se puede esperar cualquier cosa. Resumiendo. ¿Quién ha aconsejado a nuestro presidente ese atisbo de benevolencia para con Syriza-Podemos? ¿Quién le hará comulgar con esas ásperas piedras de molino tanto como para retractarse –no es que a él le cueste mucho rectificar, desde luego- y renunciar al ataque inmisericorde contra los venezolanos de Podemos-Syriza? ¿O podrá seguir sus naturales instintos?  Ese es el dilema que Rajoy tiene hoy, dos días después del referéndum, ante sí. Y es que, lo quiera o no, está condenado a convocar elecciones. ¿Por dónde saldrá este hombre?

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