lunes, 21 de diciembre de 2015

El día después




Augusto Monterroso nos dejó escrito: Cuando despertó, el dinosaurio todavía  estaba allí.
Estas pocas palabras están consideradas como el microrrelato mas corto jamás escrito. En este día postelectoral a mi me parece que vienen muy a cuento. Nunca antes en la historia democrática de España habíamos tenido a un aspirante a la victoria tan vacio de méritos ni tan cargado de culpas. Un partido que ha utilizado su mayoría absoluta para gobernar a espaldas al parlamento, a golpe de decreto-ley. Un partido que ha permitido, si no fomentado, la corrupción; que la ha practicado en sí mismo. Un partido con diputados corruptos de primera y ultimísima hora. Un partido que ante los problemas económicos de las personas, consecuencia de sus medidas, lo único que ha sabido decir es que se jodan. Un partido que ha gobernado alevosamente, pero alardeando de transparencia. Un partido del que se podrían decir muchas cosas, que resumiremos diciendo, simplemente, que ha gobernado, no solo de espaldas a la ciudadanía, sino con el convencimiento de que los votantes somos imbéciles…
Pues bien, ese partido, con todo el correctivo que ustedes quieran, ha vuelto a ganar las elecciones. Despertarse hoy y escuchar –aunque ya lo sabíamos desde anoche- que el PP ha sido el más votado, me ha sabido a eso,  a comprobar que el dinosaurio todavía estaba allí, que la pesadilla no había terminado, que esta España quizás no tenga solución. ¿Qué tiene que ocurrir para que la gente vote sin miedo? ¿Es que los españoles somos tan masoquistas? ¿Es que no hemos recibido bastante?
Lo dicho cabe ser aplicado al PSOE. Hay diferencias entre ambos, sí, pero quizás lo de estos últimos sea aún más grave si cabe, ya que si de aquellos puede esperarse cualquier cosa, éstos tienen un discurso del que se podría esperar algo mejor. Dicho de otra manera: aquí hay más engaño.
Para acabar, del cine hemos tomado otra forma de interpretar lo dicho al inicio: el día de la marmota.
Pero prefiero aquellas palabras de Cicerón: ¿Hasta cuándo, Catilina, abusarás de nuestra paciencia?


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