En
anteriores entradas de esta misma serie comentábamos cómo el asunto catalán
restaría contenido a la campaña, y cómo, de la misma manera, lo haría el
terrible atentado de París. Este último asunto de la amenaza yihadista continúa
complicándose con el intento francés de responder al fundamentalismo islámico
con una campaña que se empeña en llamar guerra; de esta manera todo se enreda
con el entusiasmo que unos muestran en sumarse a esa guerra, y con los
razonamientos de otros por llevar la defensa de una manera que no implique
daños a civiles y sea más justa y efectiva.
Así
que entre una cosa y la otra, los programas apenas han sido debatidos. Y cuando
creíamos que estaba llegando el momento, tenemos ahora la cumbre de París.
Estaba previsto que finalizara el 11 de diciembre, pero muy pocos piensan que
vaya a ser así; por el contrario, las posibilidades de que se alargue parecen
cada vez mayores, toda vez que las dificultades son enormes y levantarse de la
mesa sin un acuerdo aceptable no sería bien aceptado.
Hemos
de pensar que enfrentarse al cambio climático pasa por resolver una aparente
contradicción, porque el mundo en que vivimos, y que tenemos que tratar de
preservar en lo posible, es cada vez más limitado, y las políticas que se puedan
llegar a implementar han de ser, en cierta medida, restrictivas, lo que supone
acotar el espacio en que la economía ha de desenvolverse; por el otro lado, la
lógica interna del sistema capitalista reclama para sí un crecimiento
ilimitado, que exige una descarnada competencia que puede llegar hasta el
exterminio del contrario si es necesario. Hemos visto en la historia que las
guerras han respondido en su inmensa mayoría a los afanes expansionistas del
capital. Y esos afanes no se han detenido ante la posibilidad de desencadenar
conflictos impensables poco tiempo antes. Debemos preguntarnos: ¿serán los
intereses capitalistas capaces de contentarse “con un poco menos” antes que
lanzarse a conflictos cuyas consecuencias no pueden preverse? Parece muy claro
que la respuesta que el mundo se dé a esa disyuntiva marcará una senda de
cooperación y progreso (aunque necesariamente éste sea menor) u otra de
confrontación y guerras cuya comparación con las vividas hasta ahora hará
pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor.
Descendiendo
a lo más prosaico es de señalar que el mismo Rajoy ha renegado de lo que nos
contó de su primo el catedrático al indicar que se había equivocado y que el
cambio climático es una amenaza real. No parece que lo tuviera muy en cuenta
cuando nombró a Arias Cañete ministro de Medio Ambiente en su gobierno, y lo
catapultó a la comisión en Bruselas para ser nombrado Comisario del ramo: Arias
Cañete tenía fuertes inversiones en la distribución de petróleo, inversiones
que se apresuró a poner a nombre de familiares en cuanto recibió el
nombramiento. Ya ven ustedes, ahora está por derecho propio en la Cumbre del
Clima de Paris. ¡Qué cosas hay que ver!
También
merece la pena señalar el caso del fabricante de automóviles Volkswagen y su
trucado de motores. Un caso como este debería ser fuertemente sancionado, y, o
mucho me equivoco, o en Europa su tramposa acción no le saldrá cara. Y digo en
Europa porque en EEUU no puede, de momento, vender coches de gasoil.
Por
último, les dejo el siguiente link http://www.expansion.com/economia/politica/2015/12/01/565e169d22601d2b6b8b45e4.html de un diario español sobre asuntos económicos
que indica que no hay riesgo alguno y que los que luchan contra el
calentamiento global están felizmente subvencionados. Lástima que no nos diga
quién o quienes les subvencionan y quienes les subvencionan a ellos mismos.
La
próxima semana será la primera de la campaña propiamente dicha y es de esperar
que haya temas propios de los que podamos hablar.
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