Este artículo fue publicado en la revista OP Machinery, en su número del mes de abril de 2017.
No
consigo ver en esta ocasión una sola ardilla; únicamente los dos gatos de Mr
Hammond, el negro y el persa, osan saltar el murete de piedra, ellos no
entienden de fronteras y el brexit lo
practican a su manera. Deambulan por nuestro espacio en busca de caza pero
tampoco se les ve atrapar nada, quizás sea que estén un poco entrados en carnes…
Lo
que si se ve, mejor dicho se oye, es cierto ruido de sables en las filas tories. La ocurrencia de Lord Howard
prometiendo una defensa del Peñón al estilo de la de las islas Malvinas (sorry, Falkland) enerva los ánimos y
anima un debate que sigo en los tabloides. Hay muchas personas que opinan que
Theresa May tiene el aire decidido de aquellos que dedican poco tiempo a la
reflexión; desde luego esa peripecia suya desde las filas del remain hasta convertirse en la primera
defensora del leave parece abonar
claramente esa idea; diríase que es de esas personas capaces de abrazar
ciegamente cualquier postura con tal de que le digan que ella es la persona que
mejor puede hacerlo.
En
esto puede ser la perfecta emula de Margaret Thatcher, y ya sabemos lo que esta
última fue capaz de hacer. Habla en nombre de los gibraltareños – ¿Se habrán
fijado que metemos nuestra famosa eñe en el toponímico?- sin reparar en que
ellos votaron abrumadoramente en contra de lo que ella ahora defiende. Por
cierto, en esto coincide con el ministro principal Picardo, otro iluminado.
Por
razones que no vienen al caso, he visitado varias veces el Royal Berkshire
Hospital y me ha llamado la atención la abundancia de médicos y enfermeros
extranjeros, españoles entre ellos.
De
vuelta en el tren hacia el aeropuerto, releo los tabloides, de los cuales no me
resisto a transcribir algunos comentarios de lectores sobre las declaraciones de
Lord Howard de las que hablábamos más arriba, a saber: un lector advierte que
el partido torie solo se ha
preocupado de reducir los presupuestos de defensa (¡!) y que ahora Gran Bretaña
no tiene las fuerzas armadas que tenía en los días de la guerra de las
Malvinas; otro señala que España no está siendo razonable, y que ahora que UK está
dejando la UE, España muestra su verdadera imagen siendo deliberadamente conflictiva;
un tercero indica que nunca hay dinero para el NHS (la sanidad pública) en
tanto siempre se encuentra dinero para
la guerra; otro más dice que las trompetas del Brexit se transforman en música
de guerra contra España, y se pregunta si para eso era el Brexit, y si valía la
pena; y, por fin, otro se pregunta si no hay aún posibilidades de hacer campaña
contra el Brexit, que muchos votantes de la salida pueden estar ahora por el
quedarse, y que no había un mandato claro para un Brexit duro.
En
la misma página viajeros asiduos dejan constancia de las heridas que les ha
infligido Cupido, como el que recuerda al atractivo hombre que en el tren de la
hora h, entre las estaciones de tal y cual, llevando una tableta en la mano, le
dirigió la más sugerente sonrisa, o la chica que confiesa que en la estación
equis, ayer mañana, intercambió una miradita que la puso a cien, con un tipo
que llevaba una cazadora North Face, y se pregunta si él leerá su mensaje y será
capaz de dar un paso al frente.
Ya
en el avión, el recibo que me entregan por el bocata y el botellín de vino
españoles está emitido por una compañía radicada en Suiza. No puedo evitar
pensar que allá irán la facturación y mi dinero, en tanto la compra del
suministro se ha hecho en España. Así el resultado para la filial suiza es
redondo, y me sigo preguntando cuantas partidas de coste tendrán el mismo
tratamiento, en un grupo de empresas que tiene tres grandes compañías aéreas.
Tener una filial en un paraíso fiscal no constituye delito, pero estaremos de
acuerdo en que ofrece enormes oportunidades para cometerlo.
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