lunes, 17 de septiembre de 2018

Y sigue el barquito navegando...







Esta frase la pronunciaba un amigo mío cuando quería dejar constancia del hastío que una determinada situación le causaba. Seguro que ustedes pueden adjudicarle otros sentidos, pero quedémonos con ese; con ese significado y con el deseo implícito de que esa situación, hecho o, en definitiva, causa, pase: “Pase de mí este cáliz” dicen que dijo uno que sufrió  injusta persecución por la justicia y por el gobierno.
Sí, han acertado, estoy hablando del “caso catalán”. A caballo entre la manifestación de la Diada y las manifestaciones que vendrán por el 1 de octubre, y luego por los encarcelamientos, pienso que debemos hacer una pequeña reflexión sobre este barquito que sigue navegando rumbo a un puerto del que desconoce su ubicación, y con un piloto que no sabe interpretar las cartas náuticas o no las encuentra.
Que nadie de ninguno de los dos bandos se moleste por lo de barquito, no trato de quitar al caso la importancia que tiene, aunque yo no concuerde con ninguna de ambas partes. Con uno de ellos porque no soy partidario de los nacionalismos –incluido el español- y me parece un precio muy caro el que sus actores están pagando, unos en el exilio y otros en la cárcel; sin olvidar a los ciudadanos que están atónitos ante lo que sucede en su país sin entender muy bien las causas o entendiendo que las que encuentran no son justificación suficiente para lo que está sucediendo. A este respecto me ha parecido escuchar al diputado Tardá, nacionalista y republicano, que no es lógico ni posible aspirar a la independencia con menos del cincuenta por ciento de apoyo popular; no parece que le estén haciendo caso en sus propias filas.
Del otro lado, me permitiría aconsejarles que hicieran un breve recuento de lo acontecido. A saber, la justicia de varios países europeos adonde han acudido los exiliados, ha negado la razón a la justicia española, esa que siempre proclamamos independiente y al nivel de la mejor. ¿Estarán equivocados todos los demás? Y, en un caso, han instruido  proceso contra el juez español causante del desaguisado –cuya defensa hemos de pagar todos los ciudadanos-, que se empeña en mantener a los  que se quedaron en la cárcel como si no existiera la libertad condicional. ¿Hay alguien que piense, a estas alturas, que estamos ante un caso de éxito en la justicia y la política españolas? ¿No significa, más bien, dotar al adversario de una carga ética que añadir a sus razones? Ha dimitido de todos sus cargos, incluido el acta de diputada, la persona a quien todo el mundo señaló en su día como mentora de la política del Estado contra el independentismo catalán. Lo ha hecho como consecuencia de la pérdida de poder interno en su partido, pero considero lícito preguntarme: ¿Significa también su dimisión el reconocimiento implícito del sin sentido y fracaso de su política? Porque, claro, ella es abogada del Estado y obtendrá, si se lo propone, la vuelta al escalafón: ¿vamos a tenerla de nuevo haciendo otra brillante defensa del Estado como la que ha realizado en el “caso catalán”? Visto lo visto, sería mejor que dejara de defendernos definitivamente.
Y el barquito sigue navegando. Los mayoría de españoles y  catalanes desearíamos que tocara puerto seguro, con un blando céfiro a popa, para que la política trabajara para aquello que ha de servir: mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos. Porque el peligro es que la brecha entre españoles se agrande. La derechona –uy, perdón, la derecha española, quería decir- tiene sobrada tendencia a lanzar sus redes electorales en los momentos más críticos, así lo hizo en el caso vasco en su día, y hace meses en el que nos ocupa. Sí, ya sé que han sido dos partidos diferentes en cada caso, pero la ideología es la misma, y cualquier observador podrá constatar que hoy en día, gracias al servicio que prestan los medios afines, cada vez más personas, empiezan a recelar de los catalanes, y eso es cosa que no beneficia la correcta singladura del barquito.
Es lo que le pedimos a este gobierno, que con valentía y amplitud de miras trabaje sin cesar para que esa brecha no se agrande. Por el bien de los verdaderos españoles, sean de donde sean o hablen el idioma que hablen.


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