Este artículo se ha publicado en la revista OP Machinery, en su número de noviembre-diciembre
El
bosón de Higgs
Venimos
hoy sobre una noticia que el verano nos ha dejado y ha pasado casi
desapercibida. No iba de fútbol, ni siquiera del Valle de los Caídos, y
menciono este último asunto por la sencilla razón de que sea cual fuere la
solución que se adopte, nada acabará, desgraciadamente, con la presencia
omnipresente del franquismo en la sociedad española, principalmente en los dos
partidos nacionales de la derecha, y en el ejército y la iglesia, supuestamente
españoles. Por no hablar de la justicia, donde un sector bastante notable por
su poder e influencia, pareciera añorar los tiempos del Tribunal de Orden
Público… La noticia en cuestión pertenece al mundo de la ciencia, de la
investigación, de los descubrimientos.
Einstein
hizo su descubrimiento al analizar la fuerza de la gravedad de Newton. Llegó a
la conclusión (demostrable) de que en un espacio no euclidiano, no plano, como
en realidad es el espacio, que ya sabemos que se deforma por la gravedad, el
tiempo se acelera en condiciones de baja gravitación, en tanto se ralentiza con
una gravitación mayor. Pudo así encontrar explicación al fenómeno de la
discrepancia de la órbita de Mercurio, que por ser el planeta más cercano al
sol y, por tanto, estar bajo una mayor fuerza de gravitación solar, presentaba
una diferencia anual en su posición orbital.
Pues
bien, la noticia va, precisamente, de que en un observatorio astronómico
chileno, científicos de la institución alemana Max Planck, observando un
entorno cercano al planeta Mercurio han podido verificar la validez de la
relatividad einsteniana espacio-tiempo: el tiempo se acelera en condiciones de
baja gravitación, y viceversa, como hemos señalado arriba. Es decir, lo que
suponía y anticipó Albert Einstein hace
un siglo, se revela cierto en estos momentos. Algo parecido a lo del
bosón de Higgs; la mente humana estudia un problema que hasta ese momento ni
siquiera se había planteado y emite una teoría que casi nadie, incluso entre
los especialistas, comprende; después, pasado un tiempo, decenios a veces,
otros científicos, quizás estudiando otros aspectos de la misma disciplina,
demuestran empíricamente que aquello que había sido enunciado como una
posibilidad necesaria, deviene cierta. ¡Imaginen ustedes ese momento!
Ese
momento lo experimentó Peter Higgs al confirmarse, 48 años después de que su
inteligencia lo proclamara, la necesidad de esa partícula que él consideraba
imprescindible para la correcta interpretación del universo. Si el bosón de
Higgs no existiera, usted no existiría, vienen a decirnos los científicos. Esa
confirmación vino de la mano de experimentos realizados en el Gran Colisionador
de Hadrones, cerca de Ginebra,
construido un poco antes. Stephen Hawking pidió –y consiguió- para Higgs el
premio Nobel de Física. Ambos genios, Higgs vivo aún y Hawking desaparecido
este año, vinieron a coincidir en señalar que Dios no es necesario en este
proceso de creación del universo; Hawking lo expuso así: “Dado que existe una ley como la de la
gravedad, el Universo pudo y se creó de la nada. La creación espontánea es la
razón de que haya algo en lugar de nada, es la razón por la que existe el
Universo, de que existamos. No es necesario invocar a Dios como el que encendió
la mecha y creó el Universo”.
Yo no tengo nada de teólogo, pero me pregunto si
la necesidad de la existencia de un ser supremo seguirá siendo –para algunos-
la misma que hasta ahora; para mí, el desarrollo exponencial del conocimiento
humano y su capacidad ilimitada para comprender el mundo que nos rodea y
contiene, y a nosotros mismos, es una senda que demuestra lo cierto de la
evolución y la no necesidad de ninguna criatura superior, ni de diseño
inteligente alguno.
Nada tan hermoso y sugerente que el hombre, débil
e insignificante como es, se sitúe ante el universo ignoto y magnífico; los dioses
y las creencias han alumbrado el caminar de ese pequeño ser y se han creado
hermosas mitologías en todas las civilizaciones –curiosamente, muchas de ellas ofrecen
un parecido notable-, pero hoy la ciencia y el conocimiento son la única luz
que puede guiar y procurar bienestar a esa mínima criatura en su paso vacilante
por la vida.
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